La temporada de ascensos en el Everest ha sido una de las más desafiantes en años. De hecho, las condiciones meteorológicas adversas que frustraron los intentos de récord de los atletas mejor preparados.
Tyler Andrews (EE.UU.) y Karl Egloff (Suiza/Ecuador), ambos con impresionantes récords en otras cumbres, llegaron a Nepal con el objetivo de marcar un hito en la montaña más alta del mundo: ascender y descender en tiempo récord, sin oxígeno suplementario ni apoyo logístico externo.
Sin embargo, el Everest, con su clima implacable, les recordó una vez más que, más allá de la preparación física y técnica, es la montaña la que dicta el destino.
Andrews, hizo el último intento usando por tramos O2 embotellado. A solo dos horas de la cima y por debajo del ritmo del récord, fue obligado a retroceder a 8.200 metros por vientos extremos. “El Apu Everest no quiso darnos un salvoconducto”, escribió en Instagram, describiendo su frustración tras años de preparación. A pesar de la decepción, agradeció el apoyo global recibido y anunció un tiempo de reflexión lejos de las redes sociales.
Por su parte, Egloff enfrentó una temporada sin ventanas climáticas favorables. “Sabíamos desde hacía una semana que ningún día era bueno”, confesó. Tras una noche de ascenso solitario hacia el campamento 3, decidió retroceder, guiado por un presentimiento. “La montaña no nos recibiría”, explicó. Horas después, vientos de más de 80 km/h confirmaron su intuición. Aunque no logró su meta, Egloff se declaró feliz por haber escuchado a la montaña y regresar sano y salvo.
Recalculando
Esta temporada en el Everest se caracterizó por una inusual combinación de masificación y clima hostil, dificultando tanto expediciones comerciales como hazañas deportivas.
Los testimonios de Andrews y Egloff refuerzan una verdad conocida por los montañistas más experimentados: en el juego entre el hombre y la montaña, es esta última la que tiene la última palabra. Como escribió Egloff: “Solo somos visitantes”.