El periodista, escritor, conferencista, productor del inolvidable ciclo de TV Al Filo de lo Imposible, y fundamentalmente montañista español de pura cepa, no dejó ningún tema sin abordar con sus profundas reflexiones sobre alpinismo, en una entrevista exclusiva con CUMBRES. Extensa, pero sin desperdicios.
CUMBRES: ¿Cómo podría definir qué fue y qué significó el programa Al Filo de lo Imposible en su momento para Usted y para el mundo del alpinismo y la aventura?
Sebastián Álvaro: Al Filo de lo Imposible para mí ha significado la vida entera. Más de la mitad de mi vida en años, los de madurez y juventud, de los 30 a los 60. Para mí fueron años vitales.
A nivel profesional estuve en Televisión Española 42 años, de los cuales 30 me dediqué a Al filo de lo Imposible. Es un proyecto, una creación mía, capaz de llenar la vida de cualquier persona por exigente que sea.
A nivel personal es mucho más importante aún. Porque nunca he tenido ambiciones de poder o dinero. He tenido amores y pasiones de hacer un programa de televisión útil a la gente, pero nunca ganar más dinero, tener mayor dosis de fama o gloria que hubiera podido alcanzar de forma diferente.
Tengo orgullo legítimo de haber hecho un programa en el que los protagonistas eran mis compañeros. Yo era el director, pero los que salían eran Juanito Oiarzábal, Edurne Pasaban, Juanjo San Sebastián, Ramón Portilla, Alberto Iñurrátegui, Mikel Zabalza, Juan Vallejo. Un montón de gente, realmente personajes conocidos por su valía personal y alpinística. No el director, que permanecía, como debe ser su papel, entre bambalinas.
Al Filo significó todo para mí. Sé que la vida de un hombre es más que su trayectoria en las montañas. Además, están los amigos, los amores, los afectos, las lecturas. Otras cosas que enriquecen, ver una película, tomar una cerveza con amigos, compartir una charla, ir de viaje a Londres, París, Roma o Uzbekistán. Hay mucho más que las montañas. Pero las montañas han tenido un eje existencial en mi vida. Estoy contento en esas dos vertientes.
C: ¿Puede haber una segunda etapa de Al Filo, o algún proyecto televisivo que sea de alguna manera la continuidad?
S A: Creo que no. Por lo que veo a corto plazo es imposible. Al filo fue el fruto de un trabajo en equipo muy costoso que unió a mucha gente en un momento determinado de la historia de la televisión de España muy particular. Aun así, fue muy difícil sacarlo adelante. Como muchas cosas que pasan en la vida, cuesta mucho ponerlo en marcha y costó nada cerrar el programa.
Es muy difícil que vuelva. Hacer un equipo capaz de hacer 350 documentales, más de 200 expediciones, es muy difícil que se vuelva a repetir.
Creo que lo mejor que tuvo Al Filo para todos los países que compartimos el español como lengua y como cultura profunda que nos une -todos somos ahora lo que fuimos antes, somos la suma de una herencia de muchos siglos-, sirvió para reconciliarnos con la aventura. Sobre todo en el siglo XIX, principios del XX, cuando la aventura de exploración y la conquista de los extremos de la Tierra, fue sobre todo hecha por británicos, anglosajones, que en ese momento tienen el imperio emergente. Las personas de habla castellana nos mantenemos un poco al margen.
Al Filo sirve para reconocernos con esa aventura moderna e incorporarnos con todo lo que ello tiene de atractivo no solo desde el punto de vista deportivo, sino cultural y sentimental. Sirve para reconciliarnos con esa aventura. En muy poco tiempo llegamos a hacer un montón de cosas. Cuando en el mundo sólo había 7 alpinistas que tenían las 14 montañas de más de 8000 metros, sin bombonas de oxígeno, pues de esas, 4 eran compañeros de Al Filo de lo Imposible.
C: ¿Por qué cree Usted que deben difundirse masivamente las actividades de alpinismo? ¿Qué ventajas o desventajas puede acarrear una difusión tan global en espacios naturales frágiles?
S A: No estoy a favor de toda la difusión de la montaña, estoy en favor de una determinada difusión del alpinismo, que era lo que nosotros hacíamos. Un producto documental elaborado, pensado y con un determinado mensaje.
Estoy en contra de muchos de los reportajes y tontadas que se hacen y mal utilizan los espacios montañosos. La mejor prueba de ello es ahora mismo la masificación del Everest y las expediciones comerciales. Es justo lo contrario de la idea del alpinismo que yo y mis compañeros hemos tenido.
Lo que nos muestra es el apartado de negocio de una gente que secuestra el Everest en beneficio propio para ganar dinero y que ha hecho prácticamente posible, como se vio en el intento de linchamiento de Simone Moro, Ueli Steck y Jonathan Griffith por un puñado de sherpas. Han desterrado el alpinismo y la cultura y sentimiento de la montaña.
C.: Le planteo, si promovemos, si positivamente destacamos el estilo alpino puro de subir montañas, menos gente se sentirá capacitada de abordar altos objetivos. Pero si comercialmente se facilitan los ascensos más desafiantes, más gente podría alcanzar experiencias de alpinismo que de forma autónoma no lograría.
S. A.: La montaña es algo más que una actividad deportiva. Hoy mucha gente se queda con el carácter deportivo, competitivo, con el triunfo a toda costa y eso está muy alejado del alpinismo clásico. El que tenga alguna duda lo que tiene que hacer en vez de correr es leer un poco más, leer a Mallory, a Mummery, a un montón de gente que nos está proporcionando un legado cultural de cómo ir a la montaña.
Esto de las redes y los patrocinios, el dinero, el circuito comercial del alpinismo, hace que la gente quiera quemar etapas. Toda la gente, incluso la más estúpida, uno que tiene un despacho en Manhattan mañana quiere estar a la altura del Everest y para eso paga cantidades indecentes de dinero intentando comprar lo que no está a su alcance como persona. Perdiendo de vista la montaña y el sentimiento con el que tenemos que ir ahí.
La montaña es mucho más que la cumbre. Es un camino de aprendizaje y siempre hay que estar a la altura. Es un camino muy largo donde nunca se deja de aprender. Y es circular, porque lo más probable es que cuando eras chico alguien te haya llevado a corretear por un bosque o subir un pequeño cerro, cerca de casa. Empiezas subiendo una de 1.000 metros, o de 2.500, y luego en un proceso lento vas aprendiendo a ir a montañas más altas y aprendes muchas más cosas.
Además, lo tienes que hacer acompañado. La unión de más personas confiere no solo más seguridad sino otro tipo de cualidades al alma. El compartir actividades nobles con gente noble con la que siempre se aprende y siempre se gana. Porque, aunque no subas a la cumbre, te vuelves a casa reconciliado con los seres humanos. Vuelves con la lección aprendida, con experiencias gratificantes. Eso hay gente que lo quiere sustituir.
C: ¿Qué expectativa le despiertan las expediciones que este invierno buscarán la cima de K2, último reto del alpinismo vigente? ¿Importan las circunstancias? ¿será un logro sólo si se hace en condiciones alpinas?
S A: Los logros en la montaña, en el alpinismo, no son las cumbres, sino la forma en que se consiguen. Una vez dicho esto, me parece que han vendido la piel del oso antes de cazarlo. Y el oso del K2 es mucho oso todavía. A pesar de que van a ir más de 60 cazadores, armados con todo tipo de cuerdas fijas y bombonas. Pero la última palabra me imagino que será el K2.
Bajo el punto de vista de un especialista -no creo que haya mucha gente en el mundo del alpinismo con 60 expediciones a montañas de más de 8.000, ni 5 expediciones al K2- creo que es una expedición comercial y antigua, en la que realmente los alpinistas van a ser los sherpas de Seven Summit. Dentro de los sherpas sí que hay varios con un historial de alpinismo muy destacable.
Una vez dicho esto, muchos de estos sherpas no pasarían un examen de ingreso para la titulación de guía de montaña en España. Lo digo en términos de globalidad para que podamos colocar cada pieza en su sitio. Es gente que le han dado la posibilidad de trabajar en la montaña y ganar bastante dinero, en términos de Nepal, y por eso van. Pero probablemente no sepan quién es Walter Bonatti ni Reinhold Messner. Ni tengan una vocación medioambiental.
Sé que hay mucha gente, incluso grande como Messner, que han defendido a tipos en mi opinión detestables como Nirmal Purja, por el hecho de ser nepalíes. Esa clase de razonamiento no deja de ser racista, porque supone que el resto del común de los mortales de países occidentales, podemos entender por qué hay que ir a las montañas y mantenerlas limpias y conservarlas y tener figuras de protección de Parques nacionales para conservar la naturaleza que necesitamos como el aire que respiramos. Pero sin embargo los nepalíes no pueden hacerlo porque son pobre gente. Creo que lo que hay que hacer en Nepal es exactamente lo mismo que se hace en cualquier país con normas y leyes.
Creo que unas compañías determinadas, la mayoría de Nepal, secuestran al Everest para hacer negocietes, ellos y sus amigos. Esto nos sitúa en el K2, porque Seven Summit, que es una compañía puesta bajo la lupa de inspección en EE. UU. y en algunos países europeos porque han mentido con los rescates de montaña, en el timo de las aseguradoras, en el compincheo con los helicópteros, esa compañía se ha dado cuenta que el K2 representa el reto por excelencia para quienes entendemos de montaña. Se han dado cuenta que el negociete del Everest lo quieren llevar al K2. No tengo que decir que yo estoy en contra de esa historia.
Pero situados este año en el K2, hay que ir y trabajárselo mucho antes de hacer cumbre. Hay 4 ó 5 personas muy fuertes, algún amigo, Alí Sadpara. Los clientes que van pagando a hacer eso que se llama “subecuerdismo”, es decir, te ponen la cuerda y tú lo único que tienes que llevar de casa es el jumar afilado. Desde el punto de vista de un alpinista, del alpinismo, eso es muy pobre. Pero pagan y van a ejercer su derecho, entre comillas. Porque el K2 no es de ellos ni de Seven Summit, es de todos.
En una palabra, esa partida se está por jugar, la voy a seguir muy de cerca. Hay posibilidad de que alguien haga cumbre, con botellas de oxígeno, que es siempre un escalón menos, en una expedición comercial, que es dos escalones por debajo.
C: ¿Cuál es o ha sido para Usted ese hombre imprescindible en el mundo de la montaña y el alpinismo, y qué lugar, monte o expedición le resulta emblemática?
S A: Si tengo que elegir uno de los que he conocido porque ha sido amigo mío, pero también incluyo a los que no he conocido, elijo a Walter Bonatti, por encima de todos.
Hay gente que dirá ‘¡pero ahí no ha metido a Messner!’ Sin dudas Messner es el tipo con mejor historial alpinístico de la historia. Pero Bontatti es el padre ideológico de Messner, puede parecerle extraño a alguien esto, sabiendo que tuvieron mala relación toda su vida, tuvieron relación nula. A pesar de que vivían cerca y los dos eran italianos. Y a pesar que Bonatti escribió muy bien sobre Messner cuando estaba empezando, diciendo que era el tipo más prometedor y demás. Messner tiene los 14 ochomiles, la travesía de la Antártida, un montón de cosas que Bonatti no tiene.
Pero Messner nació 15 años más tarde que Bonatti y eso marca la diferencia en cuanto a la posibilidad de ir al Himalaya. En tiempos de Bonatti, las expediciones al Himalaya eran tan costosas que necesariamente eran nacionales pagadas por un Estado. Si no, no podías ir.
Sin embargo, Messner nace justo a tiempo. Aunque su primera expedición al Nanga Parbat en el ‘70 es una expedición tradicional muy pesada cuyo jefe fue Karl Maria Herrligkoffer, el mismo de Herman Bull al Nanga en el 53. Pero la siguiente expedición es al Hidden Peak en 1975 y ya la hace con otro compañero y 20 porteadores. En ese pequeño tiempo se produce la democratización del viaje, vuelos más baratos, lugares como Pakistán abren sus fronteras con muy pocas regulaciones. Así que tú te echas una mochilita, te buscas un compañero y puedes escalar montañas muy altas.
Eso no le pilló a Bonatti. Pero en mi opinión es el más grande alpinista no sólo por sus capacidades que demostró en todo lo que hizo. Su supremacía va del 50 al 65, en que se retira del alpinismo.
El suyo es el estilo más puro y honesto que he conocido. Y es un tipo arrebatador, un pensador, ha escrito libros y ha reflexionado en algo tan importante como la montaña y la vida. No la montaña como deporte, sino como escuela de aprendizaje, motor de valores consustanciales al ser humano y al alpinista.
Fue muy amigo mío, era un tipo super cariñoso. Antes de conocerlo decían que era un tío agrio que no concedía entrevistas. Yo le conocí en Turin, estaba rodando unas cosas, le dije ‘te podría hacer unas preguntas’, dijo ‘sí’. Le hice la entrevista y a partir de entonces fuimos amigos. Fueron 13 años de su vida que fue toda una lección para mí. Él y Rosana venían a cenar a mi casa, fue un tipo grande.
Después colocaría a su lado a Messner. Un tipo de carácter mucho más austero, para latinos como nosotros. Pero también un pensador que ha escrito libros, que ha sido un revolucionario, que abrió nuevos caminos que nosotros hemos seguido. Pero él siguió el camino de sus predecesores Herman Buhl y Bonatti.
Un sitio… El lugar en el que más tiempo paso de mi vida sigue siendo el Karakorum. Me voy a pasar la Nochebuena y la Navidad ahora para allá. Para mí el Karakorum es imprescindible. He conocido todas las montañas del mundo, la Patagonia es inmensa, Tierra del Fuego, las montañas de la Antártida, el Himalaya, las montañas de Irán… pero Karakorum sobresale por encima de cualquier otra montaña.
Me quedaría entre el GIV y el K2. Amo mucho el K2 y por eso no me gustaría para el alpinismo que la primera invernal la hiciera un negociete de una empresa que se dedica a hacer negocios. Y que no tiene nada que ver con el alma del alpinismo.
C. ¿Qué fue lo que disparó en Usted la iniciativa de ayudar desde hace años junto a la Fundación Sarabastall al pueblo de Hushé en Pakistán?
S A.: En primer lugar, el valor de la compasión. Lo dice alguien que no es católico, pero sí que practica la compasión. La primera vez que fui a Pakistán y Nepal me di cuenta de la vida tan dura que llevan los porteadores y sus familias. Para ellos ir a la montaña no es una pasión como para nosotros, sino un trabajo, muy duro, que se cobra la vida de muchos de ellos al cabo del año.
Lo primero que hice desde mi primera expedición fue tratar bien a los porteadores, pagarles bien, lo mejor que yo podía y que admitían las leyes de sus países. Inmediatamente me planteé que podía hacer un poquito más. Nunca me ha gustado ir a estos lugares corriendo, me ha gustado ir con una lentitud que permita enterarse qué pasa a tu alrededor además de escalar. De esa forma ayudé a familias con medicina, o con dinero o pagando a un hijo sus estudios.
Desde hace 20 años amigos de la fundación Sarabastal de Zaragoza me llevaron a dar una conferencia. Les planteé la posibilidad de hacer un proyecto de cooperación y desarrollo en el valle de Hushé. Un valle precioso, uno de los más altos, con una aldea a 2.300 metros, unas 1.500 personas.
Empezamos en el 2.000 a entrevistar a la gente del pueblo, en una especie de ayuntamiento que tienen, muy a la pakistana, un poco raro, lento, con ritmos diferentes. Llegamos al acuerdo de colaborar y lo primero que nos pidieron fue educación. Con esa idea de los regeneracionistas españoles del siglo XIX que pensaban que la única forma que había de cambiar y mejorar la vida de las gentes, sobre todo con menos recursos, es dar una buena educación.
Cambiamos la sanidad, llevamos maestras, enfermeras, cirujanos, dentistas, oftalmólogos, pediatras. Cambiamos la formación de los maestros. Trajimos al enfermero a España para formarlo un año en un hospital de Zaragoza. Cuando volvió era el enfermero de toda la zona con mejor formación.
Creamos un comité de mujeres que tienen sus propios problemas. Teníamos una mortalidad infantil muy elevada, las mujeres tienen 6, 8 y hasta 14 hijos. Se pare a pelo en una cuadra encima de un hule. Por tanto, la mortalidad de bebés y madres, muchas veces niñas, es muy elevada y eso estamos corrigiendo.
Cambiamos la agricultura, los cultivos, logramos que además de hacer agricultura de subsistencia se convirtieran en productores. Logramos que su dieta fuera mejor y más completa y que además pudieran vender o cambiar sus productos y ganar algo de dinero. Eso mejoró a todas las familias la calidad de vida.
El remate del proyecto es la construcción de un hotel refugio, el mejor del Karakorum, pequeño, de 12 habitaciones. Proporciona 10 o 12 puestos de trabajo, y además da ganancia que se debe reinvertir en educación, becas para niños y medicinas para el invierno.
Tenemos 360 niños becados, ya salieron las primera niñas profesionales por ejemplo matronas, maestros informáticos. Este año, chicos terminaron su capacitación universitaria y las primeras 5 niñas empiezan la Universidad. Hoy en Pakistán tener el 95% de niñas escolarizadas de una aldea perdida de las montañas, las primeras universitarias, es fabuloso.
Hemos logrado que familias en lugar de tener 8 hijos, tengan 3 o 4. Se está frenando la natalidad y con ello mejora el conjunto de la economía familiar.
Creamos el primer equipo femenino de alpinismo del Baltistán, con mucho éxito. El proyecto desde el punto de vista personal es el que estoy más orgulloso y satisfecho.
C.: El enigma del paso de Irving y Mallory por el Everest es el tema central de su nuevo libro ¿Qué podría adelantarnos para que nos entusiasmemos con su lectura?
S. A.: De la misma forma que me he entusiasmado escribiéndolo, y que sigo con ello. He terminado ya la redacción, estoy repasando, afinando, buscando fotografías y demás. No voy a hacer spoiler si te cuento que los protagonistas, Irving y Mallory, mueren y se quedan en el Everest. (risas)
He tratado de hacer un ejercicio periodístico de investigación, un poco detestivesca, de cómo era el tiempo en el que vivió esta gente, y cómo eran estos personajes, grandísimos exploradores británicos de principios del siglo pasado.
Siempre me ha gustado la época de oro de la exploración de todos los tiempos. Sin dudas creo que fue el siglo XVI y XVII español. Y si hay una hazaña de exploración que cambió el mundo es la que acabamos de celebrar ahora el quinto centenario, la circunnavegación del planeta. Por primera vez el mundo se hace global, se conocen pueblos y culturas que se desconocían. Empezamos a conocer el planeta donde vivimos.
Los sabios de la época sabían que la Tierra era redonda, pero se desconocían sus dimensiones. Se desconocía que los mares estaban interconectados. O lo salvaje que era por ejemplo el Sur de Argentina y Chile, todavía hoy inhóspito y en el que la vida humana es muy difícil.
La aventura moderna que más llega a mi corazón es la historia de la exploración británica de finales del XIX. Eso que se llama la época victoriana, que dura hasta la primera ascensión oficial del Everest, en 1953.
Sobre todos los personajes de finales del XIX y principios del XX, ahí hay unos tipos extraordinarios. He querido reflejar ese tipo de personas, cómo eran, cuando ya al ser humano no le queda nada más que rellenar los espacios en blanco del planeta, porque los portugueses y españoles habían globalizado el mundo. Pero en ese momento todavía quedaba el interior del Amazonas, buena parte de África y todo Asia Central. Y los llamados tres polos, Norte, Sur y los Himalayas.
Ya no hay glorias ni riquezas que sacar. Se va tras una difusa promesa de reconocimiento que siempre fue muchas veces ni siquiera eso.
He querido retratar una época periodísticamente, no hay ficción, he hecho un trabajo de documentación, he pasado semanas para buscar un dato, cómo era un personaje. Y todo esto insertado en los felices años ‘20, entre la primera y la segunda guerra mundial, cuando se desarrollan las expediciones británicas al Everest.
Y sobre todo ese personaje tan increíble, George Mallory, que nunca sabremos si subió a la cumbre de Everest o no. Que tengo una teoría, pero para eso tendrán que comprar el libro (risas).
C: Ya ha publicado Usted 23 libros sobre montañas, aventuras, exploraciones, alpinismo. ¿Se encuentra cómodo en este formato de Literatura? ¿Encontró el mejor lenguaje de transmitir sus ideas y experiencias?
S A: Mi profesión era hacer documentales, pero hoy nadie paga por eso. Me siento cómodo escribiendo, haciendo radio, dando conferencias, como ahora con la pandemia que me monto unas fotos y cuento historias.
Este del último libro es un poco diferente en el sentido de ser una especie de investigación de detective, periodística. Sobre todo, para tirar para abajo el pensamiento imperante desde 1.933 a nuestros días de que Irving y Mallory no tuvieron ninguna probabilidad de subir a la cumbre de Everest.
Doy todos los datos a la gente para que el lector se acerque y juzgue si subieron o no en 1.924. Y si subieron, los pensadores y los alpinistas tenemos que volver a reescribir toda la historia del alpinismo.
C.: Se lo ve muy activo e inquieto, con actividades, conferencias, entrevistas, y ascensos y excursiones cada fin de semana. ¿Cómo imagina sus próximos años en el aspecto personal y del alpinismo?
S A.: Cuando pasas de los 50 -y yo ya he pasado los 60- tu mirada es a más corto plazo. Cuando eres joven, crees que eres eterno y que la vida durará por siempre. Y que te puedes permitir el lujo de derrochar tiempo. Muchas veces pierdes años enteros porque te dedicas a cosas o personas que no merecían tu tiempo.
A partir de una edad, en mi caso los 40, me di cuenta que tienes que tener una dirección e ir en esa buena dirección. Tiene que ver mucho tu comportamiento ético ligado a valores y conocimientos. Tienes que hacer lo bueno y lo tienes que hacer de forma eficiente, tienes que ser justo.
Al mismo tiempo tienes que cultivar tus amistades, tus amores, tus afectos. Y eso te da la dirección. De vez en cuando está bien pararse, mirar para atrás y ver que esa línea va en el buen sentido.
Pero tienes que vivir todos los días a corto plazo y eso es lo que veo en mis próximos años. Ahora voy a Pakistán y en febrero si pudiera ir a Tierra del Fuego a seguir con el proyecto de Magallanes y Elcano. E iría a la Antártida también y si no a finales del próximo año. Más dos o tres proyectos en Nepal y Pakistán, si puedo los pondré en marcha.
Al mismo tiempo seguiré escribiendo libros, ya tengo comprometido otro para 2021. Y cuido de mis nietos y nada de eso me impide irme todavía con mis amigos de marcha, ahora escalo más que antes en roca. Es que tenemos un país maravilloso que puedes hacer escalada en roca en Alicante y ese mismo día estar en Huesca haciendo un 3.300.
Me veo disfrutando de la vida, ya con una visión tranquila y compasiva de mí mismo, no me juzgo con dureza, eso que lo haga otra gente. Sabiendo que lo importante son las personas con las que compartes tu vida. Procuro tener buenos amigos que hay que cuidar y en general estoy a gusto conmigo mismo. Pero todavía tengo mucha marcha, seguiremos dando pelea mucho tiempo.