En la provincia argentina de Mendoza se encuentra el sector más alto de la Cordillera de los Andes. En el contexto de pandemia, las autoridades reglamentaron el acceso a las montañas con un plan de manejo inaudito e impracticable. Unánime rechazo de la comunidad montañista.

En la ciudad de Mendoza, al pie de las más altas montañas de la Cordillera de los Andes, este viernes 20 de noviembre se reabrió su más emblemático teatro estatal, el Independencia, luego de más de 8 meses de permanecer cerrado por la pandemia de Covid-19.
En el marco de estrictos protocolos y cuidados exhaustivos, el público mendocino volvió a su sala mayor a disfrutar del teatro y de la música, como en los buenos tiempos.
Eso sí, de las más de 600 localidades con las que cuenta, sólo se permitió la asistencia de 270 espectadores, para guardar así la distancia adecuada que dictan las dimensiones del teatro en el contexto de “encierro” de la sala.
Además, el staff técnico de iluminadores, asistentes y hasta directores de los espectáculos también se redujo a su mínima expresión.
Se eliminó la venta de entradas en el lugar, y sólo fue posible concurrir habiendo previamente comprado el ticket por Internet. Un simple código QR en su teléfono obra de salvoconducto para ingresar.
Tras restregar sus manos con alcohol en gel provisto a cada paso, el espectador ocupó cómodamente su butaca y, después de tanta espera, satisfecho, pudo disfrutar en Mendoza durante un par de horas de ese espectáculo artístico que tanto añoraba.
El salón del teatro Independencia podrá tener, aproximadamente (la precisión del dato no es tan relevante a los fines de esta nota), una superficie de unos 2.000 metros cuadrados.

A sólo 80 kilómetros hacia el Oeste del Independencia se encuentra el ingreso al Parque Provincial Cordón del Plata, en la localidad denominada Vallecitos, un área protegida que alberga una de las cadenas montañosas de la llamada Cordillera Frontal.
Se erigen allí numerosos picos de entre 3 mil y casi 6 mil metros que convocan cada temporada a miles de inquietos montañistas de diversos orígenes para ascender algunos de esos hermosos cerros.
El Parque Provincial tiene una superficie, ahora sí con exactitud, de 1.755.000.000 de metros cuadrados (mil setecientos cincuenta y cinco millones, es decir 175.550 hectáreas), a cielo abierto, no hay dudas. Los protocolos y resoluciones que tomaron las autoridades para reabrir el área protegida, así como el Independencia, estipularon que por día pueden ingresar a la zona 200 personas, 70 menos que en el teatro.
Idéntica realidad se presentará en los meses de veranos en otras áreas protegidas de la provincia de Mendoza, allí donde se encuentran las más bellas y atrayentes montañas. Aconcagua (que ahora también incluye la maravillosa quebrada de Matienzo), Tupungato y Portillo-Piuquenes, por mencionar sólo 3 de las más convocantes.
Así de absurdo, así de arbitrario, así de incongruente, y la lista de adjetivos puede llegar a extenderse más de lo conveniente.
Perdiendo la huella
La primera de las muchas incógnitas que despierta la decisión del Gobierno de Mendoza, es cuáles son los estudios científicos sobre los que basaron sus resoluciones. Para definir el “plan de manejo” del teatro Independencia debe haber sin dudas documentos técnicos respaldatorios.
En el caso de las inmensas áreas de montañas, no se dieron a conocer tales fundamentos. ¿Existe estudio científico alguno que avale que en semejantes áreas abiertas sólo puedan permanecer 200 personas por día, menos que en una sala de teatro de provincia? Personas que, dicho sea de paso y por lo general, cuentan con un óptimo estado de salud en virtud de la actividad física que practican.
Vaya a saberse con qué fundamento, de esos 200 montañistas en toda el área, cada circuito no puede ser recorrido por más de 20 de ellos en forma simultánea. Inexplicable.
Hasta allí el desaguisado mayor. Vamos al análisis de los dislates secundarios.
El cupo de 200 montañistas por día por área protegida, es único en cada caso y no distingue la condición de quien lo solicita. Está el montañista autónomo, el independiente, el solitario, el experto. El que voluntariamente contrata un guía, el grupo, el grupo con guía, el guía, el asistente del guía. 200 por día a medida que van consiguiendo.
Nadie exige que se invente nada, sólo hay que copiar. En los parques nacionales, como por ejemplo el muy visitado del volcán Lanín, existe desde siempre un cupo por día para ingresar. Pero ese cupo es uno para montañistas independientes y otro para guías con sus grupos. De esta manera se evita que ocurra lo que en Mendoza, y es que los guías o pequeñas empresas de expediciones no pueden confirmar fechas con antelación para sus clientes. Es que no pueden tener la certeza de conseguir uno de los 200 lugares disponibles en los días de la expedición. Se convierte la medida en un obstáculo más para que los guías puedan ejercer libremente su trabajo y generar su sustento.
Más de los trabajadores. Este año -de emergencia, de pandemia-, los guías en Mendoza deben pagar el habitual canon para trabajar en las áreas que administra la Dirección de Recursos Naturales, con un 50 % de aumento respecto de 2019. En los parques nacionales, en cambio, los trabajadores de la montaña que pagaron el canon el año pasado, no deberán hacerlo esta temporada.
Otro factor, nuevamente en el Cordón del Plata. La normativa sólo permite transitar hasta los campamentos de aproximación de Las Veguitas y Piedra Grande. Y sólo se puede pernoctar en alguno de ellos durante una noche. En ese marco, sólo es posible acceder a algunas de las cumbres más bajas del Cordón. Quedan totalmente fuera de toda posibilidad montañas como el Plata, Vallecitos, Rincón o Lomas Amarillas, por mencionar las principales.
¿Por qué esos campamentos sí y los superiores no? ¿Por qué sólo una noche de pernocte en un ámbito totalmente abierto, espacioso, saludable? ¿Cuál es el fundamento técnico para hacer estas arbitrarias distinciones?
Son muchas más las preguntas sin respuestas, demasiadas, ante los hechos consumados.
El caldo de cultivo
Así dadas las cosas en Mendoza, sólo queda lugar para la especulación ante tanta arbitrariedad.
La primera impresión que la resolución despierta es que quien o quienes la redactaron no cuentan con los conocimientos. Los más básicos y elementales de las actividades de montaña sobre las cuales están normando. No parecen conocer los lugares, las costumbres, la gente, las actividades, los tiempos.
La segunda especulación es el ejercicio del mediocre criterio de prohibición y veto como herramientas de regulación. Ante la complejidad del problema, ante el necesario estudio concienzudo y profundo para arribar a definiciones que contemplen todo lo que tenga que contemplar, que atiendan todas las necesidades e incluyan a todos los actores, se opta por prohibir, cerrar, vetar, expulsar. Mientras menos gente en la montaña, menos riesgo de contingencias, accidentes o problemas que -¡nadie permita!- pongan en tela de juicio el accionar del funcionario político de ocasión.
La tercera conjetura conduce al entramado de intereses que quizás se esconde detrás de decisiones antojadizas y apresuradas. Grandes empresas de servicios que, en estas condiciones, más les conviene no estar, pero si no están ellos tampoco los otros… y si se cierre la montaña, mejor. Bolsones de desidia estatal que se cuentan por décadas, en donde las medidas de conservación no son para los ambientes naturales sino para sus propios puestos y espacios políticos o “de carrera”. Entidades y agrupaciones de montaña que en lugar de aportar su razonabilidad y conocimiento, aprovechan las aguas turbulentas para su mezquino interés propio.
Lamentablemente toda posible explicación para la vergüenza que ejerce el Gobierno de Mendoza desde su Dirección de Recursos Naturales sobre nuestras montañas, está teñida de los más bajos valores. Desde la incompetencia más llana hasta la intencionalidad más inmoral. El daño, en definitiva, es inmenso.
Como dijo el gran poeta, todo pasa y todo queda. Pasará la pandemia y quedarán sus huellas. Pasará la cuarentena y quedará el aprendizaje. Pasarán las malas prácticas, la desidia, la arbitrariedad, la incompetencia y la ignorancia. Quedarán indemnes los eternos valores del montañismo, hoy heridos, pero no vencidos.