Cruce de los Andes por el Paso Portillo Argentino – Piuquenes. Con un grupo del Andino Club Tunuyán cumplimos el sueño de cruzar la cordillera, algunos caminando y otros a caballo.
Por Nadia Adrover (Andrómeda agencia, comunicación y marketing para turismo)

Un nuevo Cruce de los Andes. La cita es a las 15 en el Andino Club de Tunuyán (pioneros en realizar esta travesía, este año la 26ª) en donde nos reunimos más de 20 personas. Organizadores, participantes de diferentes ciudades argentinas y miembros de la CIAT (Cámara de Comercio, Industria, Agricultura y Turismo de Tunuyán) dispuestos a conocer cada uno de los puntos turísticos para su mejor desarrollo y promoción.
Entre todos comenzábamos a transitar la travesía a caballo y caminando del “Cruce de los Andes” con la misma ilusión e incertidumbre de vivir por primera vez esta experiencia.

Primeros pasos
Una vez que nos presentamos y terminamos de chequear el equipo individual, empezamos la gran travesía. El primer tramo lo hacemos en camioneta desde la ciudad de Tunuyán a través de la ruta provincial 92 pasando por el Manzano Histórico y el Cristo de La Hermandad. Luego tomamos la ruta provincial 94 donde comienza el camino de ripio.
Durante este trayecto vemos el cerro San Pedro, Sendero de los Oscuros, Chorro de la Vieja, refugio Capitán Lemos, y la parada obligatoria el refugio Alférez Portinari ante Gendarmería Nacional donde hicimos el registro y aduana.
A partir de este punto el camino comienza más sinuoso y serpenteante. El ascenso es lento pero deslumbrante. Vemos el Cristo Redentor, Cajón de los Arenales, pasando por refugio Scaravelli. A 3.200 msnm la visual es imponente. Hacia el Oeste nos deslumbran cerros como Keops (4.118 m), Punta Negra (4.300 m) y Punta Blanca (4.274 m) y hacia el Este el valle de Uco con su viñedos y verdes en todo su esplendor.
Seguimos ascendiendo por la quebrada de las Yaretas y alrededor de las 17:30 llegamos al primer campamento a orillas del río homónimo. El lugar, como su nombre lo indica, está “minado” de yaretas, plantas longevas que parecen cojines verdes que se desarrollan cerca del suelo para conservar el calor y protegerse del viento. Su resina nos sirvió para encender el fuego para cocinar y calentarnos. Cuando cae el sol a esta altura el frío se siente.
El atardecer llega y nos disponemos a cenar alrededor de un fogón, con guitarras, cánticos, payadas y charlas. La noche trascurre tranquila y la unión del equipo se va dando casi espontánea y de a poco cada uno toma posición en sus carpas para descansar.

Caminantes y jinetes
Al día siguiente, muy temprano, nos despertamos con el aroma de tostadas de pan casero, el café y el sonido del arroyo. Comenzamos a levantar campamento y de repente el silencio es invadido por una tropilla que venía ascendiendo por la quebrada con 10 caballos, 20 mulas y 5 arrieros. Dejamos de hacer lo que estábamos haciendo -desarmando carpas, armando las bolsas marineras o tomando mate-. Nos quedamos atónitos con esta mágica coordinación de tantos animales arribando al campamento y que son parte de la travesía, ya que las mulas cargarán todas las provisiones y objetos personales, y los caballos llevarán al grupo que eligió esta opción para el Cruce.
Los caminantes tomamos nuestra mochila, bastones, agua y comida de marcha para comenzar el ascenso al punto más alto de la travesía: Paso Portillo Argentino (4.380 m). Una vez ahí pasamos por una gran “ventana” que nos lleva a encontrarnos con la gran cordillera y a deslumbrarnos con la inmensidad del paisaje. La panorámica desde este punto es infinita.
Comenzamos el descenso desde Portillo Argentino. El camino es intenso en paisajes, geografía, flora y fauna. Encontramos penitentes, valles, quebradas, arroyos, rusticidad, verde, y hasta guanacos y otros animales. Después de casi 7 horas de marcha llegamos al refugio Real de la Cruz. Su arquitectura inmensa se asemeja al centro cívico de Bariloche con paredes de grandes bloques de piedra. Actualmente es cuidado por Gendarmería. Sirve de nudo de comunicación en la alta cuenca del río Tunuyán y es paso obligado para acampar y acceder a muchos de los cerros de los Andes Centrales. Desde allí vemos el volcán Tupungato, Mesón San Juan y el cerro Marmolejo.
Los caminantes llegamos primeros y esperamos al resto del grupo que arriba al refugio con los animales. Nos felicitamos entre todos e intercambiamos natural y curiosamente cómo habíamos vivido cada uno el día de travesía.

Noche de estrellas
La noche llega y es imposible no quedarse fuera de las carpas para observar el espectáculo del cielo. Cientos de millones de estrellas nos rozan las narices, podemos leer cada una de las constelaciones. El cielo es impecable.
El día posterior está planificado para descanso, actividades de recreación y tiempo libre. La mayoría quiso ir a la laguna de los Patos, dos ojos de agua color esmeralda en el medio de la aridez de la montaña. El trekking dura unas 3 horas y no presenta dificultad, salvo que no se puede cruzar el arroyo caminando sino a “pelo de caballo”. Ahí están de nuevo nuestros arrieros ayudándonos. Durante la caminata, los paisajes vuelven a ser protagonistas, y en el trayecto podemos ver el valle del río Tunuyán completo.
A la hora del almuerzo regresamos al refugio donde nos espera un gran asado. La tarde es libre y cada uno se dispone a vivirlo de diversas maneras. Están los materos y jugadores de truco, los lectores, las cocineras de sopaipillas y los inquietos que vamos a ver el trabajo de los arrieros.
Ramiro, Sergio, Sebastián, Tito y Pepito no tienen el día libre. Ellos tienen que preparar los animales para el día siguiente como si fuese un salón de belleza. A los caballos y mulas les cortan el pelo, liman pezuñas y cambian herraduras. Un trabajo arduo, sumamente responsable, gratificante y valorado. De ellos depende la gran parte de la logística, como la carga de alimentos, cuidado de animales y personas. Entre risas, mates y trabajo, se detecta a simple vista la pasión que sienten por su trabajo.

Un largo día
El próximo día comienza con un gran desayuno energético para afrontar la jornada más larga: Real de la Cruz – Real de las Ovejas (3.666 m). A pocos metros del refugio debemos cruzar el caudaloso río Tunuyán que solo se puede hacer con los animales.
Si bien el día fue extenso -casi 10 horas de marcha-, sin dudas fue el más significativo y cambiante en cuanto a formaciones geológicas, materiales y estructuras erosionadas. Cada 30 minutos varían los colores, la flora y la fauna. Estar tan deslumbrados nos hace olvidar el cansancio. El asombro es permanente, desde pampas áridas y amarillas a valles verdes, bloques de macizos andinos color terracota, gris oscuro, glaciares blancos, saltos, caletones y muchos vadeos.
Este camino admirable nos lleva hasta el siguiente campamento: Real de las Ovejas. Allí nos esperan nuestros compañeros que llegaron antes a caballo con mates y abrazos cómplices, llenos de emoción y gratificación. Ya estamos a un día de cumplir con la gran hazaña, alcanzar el Hito Fronterizo.
Esa noche con el grupo afianzado y distendido brindamos por los objetivos cumplidos y lo que nos espera.

Lo logramos
La última jornada nos lleva a transitar desde Real de las Ovejas hasta el Hito Argentina – Chile (4.040 m). El ascenso es lento pero continuo. Al cabo de 3 horas llegamos a Paso Piuquenes. El hito estaba ahí, en nuestras manos. La alegría, la emoción, los abrazos y los ojos brillosos nos invaden a todos por igual.
Nos despedimos de Argentina para cruzar al vecino país y solo nos quedan 15 kilómetros hasta la Posa del Yeso. El descenso es mucho más rápido por un acarreo, amortiguando los pasos. Así finalmente en aproximadamente una hora y media se arriba a La Posa, en el Cajón del Maipo. El alcalde Luis Pezoa, la gobernadora y ministros y demás autoridades reciben al Andino Club de Tunuyán. Y todos, con banderas chilenas y argentinas, asado y vino, compartimos un almuerzo distendido, reconfortante y patriótico.
De allí nos trasladamos a San Gabriel, nuestra primera noche en camas, duchas calientes y comodidades como en casa.