Cynthia Pérez Mac-Gibbon, argentina de Tucumán, tiene varios seis miles en su haber y una meta definida: hacer en solitario nuevas cumbres en montañas de Argentina con características sagradas de la cultura inca.
Por Adrián Camerano
La montañista argentina que sube en solitario las montañas sagradas de este país nació y se crió con cumbres a la vista. Pero apenas hace una década que practica la actividad.
Hasta 2011, la tucumana Cynthia Pérez Mac-Gibbon (45) apenas corría algunas carreras. Su vida giraba en torno a liquidaciones, asientos contables, planillas de Excel (es contadora) y rutinas familiares.
Allá por 2011, un guía de montaña la invitaría a una expedición al cerro Muñoz, de 4.600 msnm. Fue un antes y un después: “Es una linda montañita, ‘picante’ para empezar. A pesar de haber ido super mal provista de equipo (prestado) y haber pasado las noches más frías de mi vida, sin aislante ni abrigo apropiado, me enamoré perdidamente y no hubo vuelta atrás” señala.
Mac-Gibbon explica que tras esa primera expedición su vida cambió desde lo profundo. “Encontré mi mayor pasión, por sobre todas las demás. Y se convirtió en estilo de vida. La verdad es que fue una prueba de fuego, una especie de amor u odio. Y fue amor” rememora hoy quien a partir de entonces no pudo bajarse más de la actividad y encara un proyecto de cumbres sagradas en solitario.
La deportista relata que a partir de allí “la simpleza, austeridad y rusticidad se fue apoderando de mi ser” y que el montañismo le sirvió para “disfrutar y valorar la calma, administrar mis tiempos y no parar nunca de maravillarme. Mi acelere necesitaba la paz que encontré en la montaña”.
Hacia las montañas sagradas
De a poco, Mac-Gibbon fue ganando experiencia y se fue animando al montañismo en solitario. Y fue eligiendo dónde poner el interés. “Los objetivos no siempre tenían que ver con intensidad, desniveles y altura o distancias. Sino más bien con la curiosidad que me despertaban los relatos o fotografías que iba viendo. Así ligué la curiosidad con mi amor por la cultura inca, lo que me llevó a investigar y apasionarme por las montañas sagradas de Argentina y empezar a soñar con ascenderlas”, explica.
Cuenta esta argentina apasionada de la actividad que en la cumbre del Chañi (5.896 msnm) -esa vez acompañada, aunque ahora planea regresar sola- “sentí una energía única, que también la sentí en Machu Picchu y Huayna Picchu”. Ya coronó el volcán Llullaillaco (6.739 msnm) y, en solitario, el Nevado de Quewar (6.130 msnm).
“La pandemia y el reconocimiento de la fragilidad de la vida revivió en mí esas ansias de hacer realidad sueños”. Así, entrenando duro y haciendo cuanta montaña podía, se encontré pasando Año Nuevo y su cumpleaños en Llullaillaco.
El antecedente inmediato en esa montaña sagrada no había sido el mejor. “La primera a vez que fui a Llulla intenté tirar cumbre en el día. Iba bárbaro, y una tormenta eléctrica, con nieve y cerrazón, me bajó a los 6400 metros. La bajada fue lo más movilizante que viví” ilustra quien conoce a qué riesgos se expone practicando la actividad que ama.
Los cerros Chuscha y El Toro en solitario están entre sus planes inmediatos. Mientras otras grandes montañas de Argentina saben de sus pasos. Ya hizo cumbre en Ojos del Salado, Tuzgle, Negro, Negrito, Zarzo, Candado, Huysalla, San Francisco y muchos otros.
“Quiero también volver al Chañi, esta vez sola. Las montañas sagradas requieren una concentración especial, y las emociones a veces son muy fuertes. Es un camino místico, en el que recorrés pasos históricos, caminos incas, altares adoratorios”, completa finalmente Cynthia.