Por Adrián Camerano
En plenas Sierras Grandes de la provincia de Córdoba, Argentina, un refugio es, a la vez, una suerte de secreto bien guardado: la casita de cristal.
Su nombre lo debe a una de sus paredes totalmente de vidrio, con vista panorámica a la cascada Paso del Guanaco. Un paisaje que enamora y al que decidimos disfrutar este 14 de febrero, Día de San Valentín.
La inmensidad serrana
Llegar hasta la casita de cristal es relativamente sencillo. Pero el trekking, si bien corto, no adolece de exigencias.
El recorrido comienza en el kilómetro 18 de la ruta de las Altas Cumbres o provincial 34. Allí nos espera el puesto de regionales de Roque Molina, lugar de estacionamiento para los vehículos y de inicio del sendero que nos lleva hasta las mismas puertas de la casita serrana.
Tras abonar una suma módica por el estacionamiento y cuidado del coche (600 pesos argentinos a febrero 2023), comienza el recorrido con un pronunciado descenso hasta el cañadón del primero de varios arroyos que cruzaremos durante la caminata.
Jalonado de apachetas, el sendero pasa en sus inicios por dos viviendas y muy pronto nos encuentra inmersos en las Sierras Grandes, con escasa o nula señal de celular y ante el característico e imponente paisaje de piedra y arbustos.
Son unos cinco kilómetros de marcha irregular, en un terreno con bastante piedra suelta y pródigo en desniveles. En tanto, son varias las quebraditas a trasponer hasta arrimar a la zona donde se emplaza el refugio. Mentan en la zona que fue construido por el gran corredor de rally Jorge Recalde.
En ese andar, es posible cruzarse con liebres y zorros, y el majestuoso cóndor que vigila desde las alturas, solo o acompañado.
A mitad de camino se pasa por una pampilla con vacas y caballos, cercana a un puesto serrano activo, pleno en frutales, a la vera de un arroyo cristalino.
Prácticamente en todo el recorrido el sendero regala una vista panorámica al valle de Traslasierra. Se divisan la cercana Nono, Las Calles y Villa de Las Rosas. Más al sur, Villa Dolores, cabecera del departamento. De noche las luces de cada una de estas localidades de Córdoba brindan un espectáculo sin par. Y el combo es perfecto si le agregamos el show de la vía láctea en su esplendor (no existe allí contaminación lumínica) y los numerosos satélites que surcan el cielo.
Una casita para enamorarse
De por sí, ese entorno ya auguraba un San Valentín distinto, en la más absoluta soledad de las alturas más relevantes de Córdoba.
Pero el plato fuerte del recorrido es la casita. Una estructura de 30 metros cuadrados y techo de chapas, cuyas paredes son dos grandes piedras del lugar. Y su distinción, los paneles vidriados con vistas al salto de agua.
El lugar tiene un amplio estar, un sector para fogón, algunos alimentos que dejaron visitantes anteriores y hasta un prolijo libro de visitas.
En el exterior, una pequeña explanada con parrilla, y a 50 metros, un arroyo cristalino poblado de truchas, justo antes de la cascada Paso del Guanaco. Su olla de 5 metros de circunferencia -y vaya uno a saber cuántos de profundidad- invita al chapuzón, fresco aún en verano.
Ideal para descansar y celebrar el amor en sus distintas versiones, la casita puede ser también punto de partida a atractivos cercanos. Como la cascada Doña Elba o Cinco Saltos. Y el mismo filo de las Sierras Grandes, donde el cerro Champaquí es el rey.