
Vanessa Marc Morales es una atleta profesional originaria de Font Romeu, un pequeño pueblo en los Pirineos Orientales del sur de Francia. Dedicó los últimos 15 años de su vida a conquistar montañas.
Con un récord mundial en el Kilimanjaro por la ruta Mweka (5,895 metros) en 11 horas y 33 minutos, Vanessa demuestra ser una fuerza imparable en el mundo del alpinismo y el speed climbing.
Sin embargo, su más reciente desafío, el Aconcagua, le recordó que, en la montaña, no siempre todo sale como se planea.
Aconcagua: un récord que se resiste
El proyecto de Vanessa para establecer un récord mundial en el Aconcagua por la ruta normal, desde Horcones hasta la cumbre y de regreso, llevaba dos años en preparación.
Equipada con un entrenamiento riguroso en hipoxia -incluyendo una cama y una carpa especiales en su casa- y acompañada por su marido Florent, su entrenador Álvaro Rancé y el camarógrafo Aurélio Valentino, Vanessa se propuso alcanzar la cima en un tiempo récord.
La estrategia era clara: Florent la acompañaría los primeros 25 kilómetros, luego ella ascendería con Aurélio, y finalmente descenderían juntos.
Sin embargo, la montaña tenía otros planes.
Tras una primera cumbre exitosa el 7 de febrero, Vanessa y su equipo intentaron el récord el 13 de febrero, pero con solo tres días de descanso, su cuerpo no estaba completamente recuperado.
“Estaba muy cansada después de la primera expedición”, admitió Vanessa, en diálogo con CUMBRES. A pesar de un inicio prometedor, a los 5,500 metros, experimentó alucinaciones y un agotamiento extremo.
“Vane, estás cansada, vamos a Nido para descansar un poco”, le dijo Aurélio. Nueve horas después, el viento fuerte y su condición física llevaron a la difícil decisión de abandonar el intento.
“No es una decepción para mí, sino una experiencia muy rica”, reflexiona Vanessa. “Al final, es la montaña la que decide, no nosotros. Y el Aconcagua particularmente es una montaña que te dice sí o no. Me gusta esta montaña, es por eso que voy a intentar una vez más el año que viene”.
De los Pirineos al mundo
La historia de Vanessa con las montañas comenzó en su infancia, cuando el patinaje artístico era su pasión. Sin embargo, una lesión muscular a los 16 años la llevó a encontrar refugio en las cumbres. “La montaña es para mí una terapia”, confiesa.
Además de su carrera como atleta, Vanessa es enfermera y madre, roles que equilibra con su dedicación al alpinismo.
Su conexión con la montaña también tiene un profundo significado emocional. Se refiere al recuerdo de su madre, fallecida algunos años atrás: “Cuanto más subo en altura, más veo a mi madre en la montaña. En las cumbres tengo la sensación de estar con ella”.
Vanessa también trabaja como paramédica en expediciones al Kilimanjaro, donde ha alcanzado la cima 11 veces. “Soy enfermera y trabajo con un grupo de montaña que hace expediciones al Kilimanjaro, dos veces al año voy como paramédica de expedición”, explica.
Nuevos desafíos
Ahora, con su mirada puesta en nuevos desafíos, Vanessa se prepara para una expedición al Annapurna IV en Nepal junto a la reconocida alpinista Sophie Lavaut. “Voy en tres semanas para intentar el Annapurna IV, con Sophie, una alpinista francesa muy fuerte que tiene los catorce 8,000 del Himalaya”, compartió.
Pero su corazón sigue en el Aconcagua, donde planea regresar el próximo año para intentar nuevamente el récord. “Me gusta esta montaña”, afirma. “Es por eso que voy a intentar una vez más”.
Para Vanessa, cada cumbre es un recordatorio de que, aunque la montaña no siempre ceda, la perseverancia y el amor por las alturas siempre la guiarán. “No es un problema para mí, así es la vida de la montaña, la vida de la altura y de un montañista, y a mí me gusta”, concluye.
Con una vida llena de desafíos y superaciones, Vanessa Marc Morales sigue demostrando que las montañas no solo se escalan con fuerza física, sino también con resiliencia y pasión.
Content @Aurélio Valentino / B-Epic Agency