Un equipo de investigadores en arqueología de la Universidad Nacional de Cuyo y el CONICET, obtuvo sorprendentes resultados de una excavación hecha en la localidad lasherina de Las Cuevas, que demostraría la presencia en el lugar de grupos étnicos vinculados con el imperio incaico.
El plantel se encuentra trabajando desde noviembre pasado en la zona bajo la dirección del Dr. Víctor Durán, la co-directora Dra. Alejandra Gasco, experta en estudios de camélidos, una estudiante al doctorado, Cecilia Frigolé, tres estudiantes de Arqueología, Sol Zárate, Jimena Paiva y Lucía Yebra, y un técnico, Diego Estrella, junto al Dr. Diego Winocur, profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires, encargado de los estudios geológicos y geomorfológicos.
El sitio preciso de la excavación es un gran alero conformado una roca de enormes dimensiones junto al río Cuevas, en la base misma del cerro Tolosa, y a apenas 100 metros hacia el Norte de la villa cordillerana.
“Esto era una isla de un viejo lago. Estos sedimentos cuando vino el gran deslizamiento que genera el nombre de Las Cuevas, endicaron el río Cuevas y generaron una laguna detrás. Estábamos interesados en excavar acá porque pensábamos que podíamos llegar a tener una secuencia de ocupaciones muy profunda en el tiempo de varios miles de años” relata Víctor Durán, Director del proyecto investigativo.
La tarea comenzó con la excavación de un pequeño pozo de 50 cm. x 50 cm. El sorprendente resultado no tardó en surgir: un paquete muy claro de sedimentos, artefactos y huesos que datan del período incaico, “que no lo esperábamos en esta margen del río, si bien sabíamos que había un tambo de la era incaica, como en Ranchilos camino a Uspallata, sabíamos que se destruyó con la construcción de Las Cuevas, caminos, la villa y el ferrocarril, etc.” asevera el científico.
Por documentación histórica y el relato de viajeros en el siglo XIX se sabía de la existencia de un tambo en Las Cuevas. Hasta hoy no se había hallado ningún vestigio concreto de ese enclave. Los tambos eran postas en el camino del Inca, presentes cada 25 kilómetros aproximadamente y que servían para el abastecimiento y reparo de quienes por diversos motivos recorrían el secular sendero.
“Nuestro interés -agrega Durán- no era tanto trabajar sobre lo inca, sino sobre ocupaciones previas o contemporáneas, no incas puros sino locales. Lo interesante en estos valles longitudinales entre la cordillera frontal y la del límite es que los locales eran chilenos, de lo que hoy es Chile, claro, venían de la vertiente occidental del Pacífico porque es más fácil acceder a estos valles desde allí que desde Argentina”.

El sitio específico es al pie del cerro Tolosa.
Diaguitas
El proyecto de investigación apuntaba a obtener información sobre esas ocupaciones de entre 2000 y 500 años de antigüedad. Se hizo la excavación con ese propósito y lo que se encontró revela la presencia de gente del período incaico.
Pero la particularidad del hallazgo es que la cerámica detectada es inca y diaguita inca, poblaciones chilenas dominadas por el estado inca que las obligaba a trasladar parte de su población a Cuyo para el control de asentamientos cuyanos de esa época. Los diaguitas chilenos, que ocupaban todo el territorio que hoy es Chile desde la altura de Mendoza hacia el Norte, fueron sometidos por el Estado inca luego de una breve resistencia. “Fueron dominados a través de la fuerza, y como consecuencia una parte de ellos fueron trasladados como socios para nuevas ocupaciones” explica Víctor Durán.
“Esto no es una estructura inca tradicional -añade- y es llamativo tener un registro tan claro. El material es cerámica de excelente calidad, restos de alimentos que incluyen no solo guanacos sino también llamas, suponemos, que traían y las hacían pastorear o las usaban como animal de transporte, y peces y moluscos del Pacífico, pues estas poblaciones pescaban, secaban el pescado y lo usaban como comida seca y deshidratada para permanecer en estas alturas”.
Las presunciones indican que entre la primavera y el otoño tiene que haber habido una pequeña población permanente en Las Cuevas, que se habría ocupado de abastecer el tambo de ropa y comida para quienes transitaban por el camino del inca transportando bienes o llevando información. Teniendo en cuenta que la capital del imperio estaba en el Cuzco, miles de kilómetros al Norte, la comunicación se hacía a través del camino con gente que se movilizaba rápidamente en un sistema muy bien aceitado. “Es lo más sólido que podemos plantear: que había poblaciones diaguitas que venían de Chile, a unos 60 km al Noroeste, y eran las encargadas de mantener el camino y el tambo. Da la impresión que el material que estamos manejando nos dice algo parecido a eso” concluye al respecto.
Extensión
“Hemos tenido suerte” admite Durán. Y es que por debajo de la ocupación inca detectada se halló también un pequeño depósito que podría ser de un período pre incaico, justamente lo que el equipo venía a buscar. “Hay otros sitios en Las Cuevas que tienen material de ese período, hemos hecho sondeos por la zona y tenemos pequeños registros de esa época” se entusiasma luego.
El Director del proyecto destacó el fuerte apoyo de la Municipalidad de Las Heras, a través de la Dirección de Turismo, que proveyó el alojamiento del equipo en una casa que administra el municipio, así como parte de la comida. “Hay un claro interés del municipio y es lo que nos permite hacer esto, sin su apoyo nos hubiera resultado muy difícil”.
Por otra parte, informó que una de las casas de la villa pasaría en comodato a la UNCuyo, para en conjunto establecer un museo en Las Cuevas, que sea además lugar de investigación con laboratorio, depósitos y lo necesario para que los investigadores del área de arqueología y otras ciencias puedan trabajar con base en Las Cuevas.
Además los resultados del presente proyecto se volcaron en forma inmediata hacia la pequeña comunidad a través de un ciclo de charlas para los pobladores a la que asistieron con entusiasmo para conocer las características del trabajo científico y diagramar en conjunto la vinculación con la comunidad.
Y otro valor agregado: la decisión es que cuando se encaren trabajos científicos de estas características se mantenga informada a la gente del lugar y a turistas y visitantes sobre lo que se está haciendo para que puedan visitar el sitio y conocer in situ la excavación, y en definitiva compartir el trabajo con los arqueólogos. Una experiencia novedosa que ya dio muy buenos resultados.
¿Dónde sondear?
CUMBRES: ¿Cómo intuye un arqueólogo que en determinado sitio pueden haber resultados?
Víctor Durán: “Es sencillo: somos grandes caminadores y recibimos información de los pobladores. En la cordillera las necesidades de hoy son más o menos las mismas que en el pasado. Para pasar una noche en la cordillera sabemos que lo que complica es el viento, que es lo que enfría y puede matarte por llevar las temperaturas a bajo cero. Entonces si hay una gran roca que protege del viento, uno pasa y ve que allí no hay viento, entonces concluye en que es un lugar bueno para pasar la noche. Si uno da una vuelta y encuentra leña, un poco más. Si hay agua clara cerca, un poco más. Cuando encontrás todos esos factores juntos, la probabilidad es alta. Y mirás el suelo -nosotros tenemos el ojo entrenado para eso- y hallás un fragmento de cerámica o un pequeño artefacto hecho en roca, bueno, entonces la probabilidad de que en el estrato haya material es muy elevada.”