En 1985 pasó 62 días en la cima de Aconcagua (6.962 m) y batió la marca mundial de permanencia en altura. Hoy, consagrado montañista con extensa carrera, vuelve cada temporada al Coloso.
[dropcap size=big]E[/dropcap]l español Fernando Garrido es un viejo amigo de Aconcagua. Con apenas 26 años se le ocurrió vivir en una carpa en su cumbre de 6.962 metros, y lo logró por 62 días, 2 más que un médico francés que se pasó dos meses en la cumbre del Huascarán en Perú.
Lo que fuera concebido como una aventura juvenil se fue convirtiendo en la búsqueda de un récord que concitó la atención del mundo montañero. Y en España en una cuestión de Estado, tanto que hasta el mismísimo Rey se comunicó por radio con Fernando.
Así fue como batió la marca y bajó. Y ya nada sería como antes. Garrido se convirtió en una celebrity de las alturas y le llovieron propuestas, ofertas, sponsors. Entonces cimentó una exitosa carrera como montañista.
Fernando no desentona para nada entre las mesas de los coquetos cafecitos del centro de Mendoza. Si no fuera por su exacerbado acento ibérico que esgrime a viva voz, pasaría por un mendocino de buena cepa.
CUMBRES: ¿Cuál fue tu motivación al momento de intentar en 1985 el récord que finalmente lograste de permanencia en la cumbre de Aconcagua?
FERNANDO GARRIDO: A mí siempre me había gustado la altura, desde 1979 que vine a trabajar de profesor de esquí a Bariloche, cuando conocí a mi amigo Mario González (*). Mi especialidad por mi forma de ser o lo que sea, me ha gustado en solitario (que no se debe ir en solitario, entre paréntesis para los niños), siempre me había gustado la altura y en solitario. Cayó en mis manos el libro de un médico francés (Nicolás Jaeger) que tenía el récord del mundo de 60 días en la cumbre del Huascarán (6.746 m, Perú). Me maravilló el libro y ahí empezó todo. Al principio no me lo planteé como récord sino como experiencia bonita. Después pensé que de paso podía “vender” la palabra récord para podérmelo pagar y eso, aunque la experiencia fuese la misma. Esto fue en 1985 en Aconcagua, que ya conocía porque en invierno del 1979 lo subí con Mario.
C: Pasado un largo tiempo ¿crees que valió la pena tanto sacrificio y sufrimiento? ¿qué te dejó la experiencia, además de facilidad para conseguir sponsors?
F G: Respuesta: sí. Son cosas que haces una vez en la vida. Me han preguntado muchas veces si lo repetiría y siempre he dicho no, demasiado duro, demasiado arriesgado, demasiado límite. Era joven, siempre se buscan más los extremos al ser joven, pero muy contento y orgulloso de haberlo hecho. Y ahí está, es una cosa que estuvo muy bien de la cual aproveché económicamente porque durante 10 años me llovieron los sponsors y las ofertas, o sea que lo utilicé, la palabra récord me vino muy bien y las ascensiones en el Himalaya posteriores por 10 años fueron gracias a eso. Como experiencia fue única, pero no para repetir, demasiado extrema.
C: Fuiste el primer hombre en hacer cumbre en un 8 mil (Cho Oyu, 8.201 m) en solitario y en invierno, un desafío bien distinto, más ligero, casi estilo alpino. ¿Cuál es el mayor riesgo en esa condición, el frío, la soledad, la altura?
F G: Es una cultura diferente, la altura es mayor, más hielo, más glaciares. Además, cuando fui esa vez (he estado varias veces, en invierno también intenté el Everest que no logré cumbre) a Cho Oyu, aparte de 8 mil metros era inverno y no había nadie, estaba solo en la montaña. Se juntan el frío, sobre todo el viento, y sobre todo… ¡nadie! A veces esa palabra se emplea mal, no me gusta porque por ejemplo Aconcagua en solitario en esta época pues no es correcta esa palabra. La palabra “solitario” es que no debe haber nadie por lo menos en esa ruta, porque si no siempre te pueden ayudar si hay algún problema. En invierno en Cho Oyu no había nadie. Fue una experiencia única, extrema, y como ascensión alpinística me gusta más limpia, más bonita la del Cho Oyu en invierno.
C: Has encarado algunos retos similares a lo largo de tu vida, algunos inconclusos como el Everest (8.848 m) invernal ¿es materia pendiente? ¿cuáles son las prioridades en tu carrera profesional?
F G: No, no, la época de grandes ascensiones para mí, para mi ego, se acabó hace tiempo. Yo ya no tengo ambición personal en grandes alturas y grandes montañas. Eso se acabó hace años ya. Ahora tengo ganas de superarme, pero en otros temas, por ejemplo en escalada, ahora me he puesto a escalar más que antes en roca y en hielo, pero en montañas bajas, cerca de casa. Mis grandes retos están allí, no tengo ningún interés personal en subir a ninguna gran cumbre. Otra cosa es de trabajo. Si mañana me dicen de ir al Everest yo mañana voy, como vengo a Aconcagua todos los años, o vamos al Himalaya a 8 miles, 7 miles. Pero siempre de trabajo, llevando gente, no como ambición personal.
C: ¿Qué piensas de los ascensos en velocidad y récords que encumbrados deportistas van persiguiendo en la actualidad? ¿Estás de acuerdo con esas modalidades?
F G: Es válido, “chapeaux”, hay que aceptar todas las nuevas formas, lo admiro. No es mi estilo, más bien al revés, yo siempre he sido clásico o lento, de estar, dormir, comer y disfrutar en la montaña, al revés de estas ideas que cuanto menos mejor. Lo admiro y respeto, pero es un poco peligroso. En los Alpes ahora se habla mucho del “efecto Killian”, es muy interesante porque hay muchos jóvenes que quieren imitarles a estos números uno, y eso puede ser peligroso porque van casi sin material, sin medios, sin radios ni nada, y eso solo lo pueden hacer 5 o 10 en el mundo, pero no cualquiera. En los Alpes están ocurriendo muchas desgracias por este efecto.
C: En cuanto a las expediciones comerciales a las grandes cumbres del planeta ¿Piensas que son buenas porque acercan más gente a la montaña? ¿o crees que se pierde el verdadero espíritu del montañismo?
F G: Hay que respetar a la gente no súper gran alpinista que pueda acceder a las grandes montañas. Creo que la gran montaña es el teatro, el escenario donde cada uno juega, actúa, hace lo que quiere respetando las normas, claro. Los que critican la masificación yo les diría ‘y por qué vas por la ruta normal en época normal, vete al Mercedario que está al lado y no vas a encontrar a nadie’. Hay muchas montañas y el que dice ‘oh, demasiada gente’ le digo ‘por qué vas, vete al lado, 100 metros o 200 menos, lo que sea, por qué vas al Aconcagua por la ruta normal en época normal, y te quejas’. Si tú vas al Everest por la ruta normal en época normal sabes con lo que te vas a encontrar. Si no vete al lado.
Me da pena porque hasta hace 20 ó 30 años el que subía el Everest era el héroe nacional, ‘¡oh, la bandera, la fama!’. Ahora sube cualquier persona. Ni una cosa ni la otra. Ojo con el Everest, no sube cualquiera. Por otra parte, es verdad que ahora una persona fuerte, con algo de experiencia en alta montaña, bien acompañado sobre todo, con sherpas o con guías o mejor las dos cosas, y con mucho dinero, puede subir al Everest, no hace falta ser un súper alpinista héroe nacional. Pero tampoco sube cualquiera, son las dos cosas.
C: Vienes a Aconcagua con mucha frecuencia ¿cuál es la particularidad de Aconcagua que lo hace atractivo?
F G: Aconcagua, la montaña más alta del mundo fuera de las cordilleras del Asia central, tiene la peculiaridad que se nota más la altura que en otras montañas de la misma altura en Himalaya, como 500 metros más. Todo mundo que ha estado en los dos sitios dice que sobre todo es por un tema de latitud, en los polos hay menos capa atmosférica, cuanto más lejos estás del Ecuador en teoría se notaría más la altura. Es una montaña no técnica, no hace falta escalar, no hace falta cuerda, en la que llegas a 7.500 metros virtuales. Es ideal para probar si te va la altura o no. Es ideal, tres semanas y… ¡pum! te plantas a 7.500 metros virtuales, y después ya puedes soñar con Himalaya. Aparte, bueno… Mendoza… campamento base… asados… amabilidad, esa palabra que me gusta recalcar, a-ma-bi-li-dad, que se ha perdido en Europa y aquí la vuelves a encontrar.
C: ¿En qué consisten las expediciones que estás guiando por estos momentos en Aconcagua?
F G: Hemos hecho una por Falso Polacos, valle de Vacas y plaza Argentina, hicimos cumbre, y otro grupo que vamos por normal, Horcones ida y vuelta. Nosotros exigimos haber subido mínimo a montañas de 4.000 metros para inscribirse. En eso insistimos mucho para que no vengan demasiado verdes, tienen que tener un mínimo de experiencia.
C: Tienes tu propia empresa de expediciones con tu hermano en Aragón. En cuanto a servicios, logística, normativa, costos ¿qué diferencias encuentras entre los Andes y los Pirineos por caso, o los Alpes, o Himalaya?
F. G.: En Pirineos, Alpes, Europa en general, trabajamos directamente, organizamos todo, transporte, refugios, hoteles, guías suplementarios, todo. Cuando trabajamos fuera de Europa como aquí, lo hacemos con una agencia local, nos “casamos” con una agencia local que nos hace un paquete de servicios. Aquí con Inka toda la vida, con la familia Tetilla, siempre ellos nos preparan todo, nos esperan en el aeropuerto, hotel, servicios del campo base. Y en Nepal llevamos toda la vida con la agencia Thamserku, que nos vende un paquete de servicios, igual que acá. Y es más que una relación comercial, es amistad. Aquí con los Tetilla es familiar, me invitan a su casa, es más que un tema comercial.
Aconcagua es especialmente caro por el permiso. Es un caso excepcional eso de pagar 900 u 800 dólares de permiso, no hay en ningún sitio del mundo, tal vez Everest, pero es especialmente caro porque además no está la vida barata en Argentina, está cara comparada con Europa.
C: ¿Cómo imaginas tu retiro, si es que piensas que algún día lo tendrás?
F G: ¡Tendré retiro! (risas) Encantadísimo, porque además en las articulaciones se nota, de fuerte estoy como antes pero ya me duele la espalda, las rodillas… los años no pasan en vano. Mi sueño sería jubilarme haciendo esto, tengo 59 años, me quedan 8, pero tengo suerte que me gusta. Yo por mí no me jubilaría, lo que pasa es que el cuerpo da lo que da. Y para subir a estas grandes montañas hay que estar bien físicamente para dar a tope para el cliente, hacer cumbre con el cliente. No es sólo organizar desde una oficina, nosotros subimos a la cumbre, entonces hay que estar decentemente.