Es el resultado de los estudios del hallazgo arqueológico. Presumen presencia semipermanente de grupos provenientes de lo que hoy es Chile.

En la edición n° 26 de CUMBRES de la primavera del año 2015, el Doctor en Arqueología Víctor Durán anunciaba un notable descubrimiento del equipo científico que encabeza ese verano en Las Cuevas, en la cordillera del Límite mendocina, a 190 kilómetros de la ciudad y a 3.200 metros de altura: “En un pequeño pozo (N. d. R.: En el alero que conforma una gran roca al pie de la ladera del cerro Santa Elena, a un centenar de metros de la villa propiamente) apareció acomodada en forma semi flexionada la osamenta de un niño. A su alrededor un cordón de rocas y arriba del pequeño cuerpo una gran piedra plana, probablemente de un molino. Este patrón de estructura funeraria no es frecuente en Mendoza y San Juan (…) Sí aparece algo similar en Neuquén, con 6.000 años de antigüedad, y algo muy parecido en la misma época en la zona central de Chile, en los valles bajos, en donde al entierro humano se le hacía un acomodamiento de roca alrededor y encima una roca de molino, algo común en esas sociedades y en esa época”. Durán consideraba entonces “lo más probable” que el hallazgo corresponda a sociedades de cazadores y recolectores chilenas de más de 4.000 años.
La presunción de Durán fue acertada y certificada por sofisticados estudios: El “Niño de Las Cuevas” tenía 3 años cuando murió y fue sepultado hace 5.750 años.
Los restos fueron analizados por la bioantropóloga Paula Novellino del CONICET en el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Cornelio Moyano, donde permanecen, y en Estados Unidos, donde se determinó mediante dataje radiocarbónico de AMS (Accelerators Mass Spectrometry, espectometría de masas con aceleradores), esa edad y antigüedad de los vestigios.
El equipo de investigadores de la UNCUYO y del Conicet continuó este verano con los estudios en el lugar, entusiasmados con la posibilidad de hallar aún más material de tanta importancia como los restos óseos del niño.
Para Víctor Durán, la edad del “Niño de Las Cuevas” demuestra en primer lugar que la presencia en la época correspondía a grupos de familias y no a varones cazadores solitarios que recorrían los valles andinos en la búsqueda de alimento. Por otro lado, la elección de ese lugar para enterrarlo puede significar que visitaban con frecuencia el sitio, y que probablemente lo consideraran su territorio.
La presencia en el pozo de pequeños trozos de cerámica similar a la hallada en valles chilenos, demostraría además que la actual República vecina sería la procedencia de aquellos trashumantes que venían a la “veranada” procedentes del Oeste de la cordillera, para quienes no presentaba gran dificultad llegar a Las Cuevas. “La Cordillera no era una frontera ni una división, no delimitaba, sino que era una zona donde se vivía gran parte del año” aportó la Doctora Alejandra Gasco, líder junto a Durán del equipo científico.
Paula Novellino anunció que lo próximo será determinar, mediante observaciones paleopatológicas, las causas de la muerte del niño cuevino. Quizás alguna enfermedad que haya dejado rastros en los huesos, o algún indicio de un deceso violento o traumático. No será tarea sencilla pero saber qué llevó a la muerte al pequeño puede aportar datos trascendentes para revelar precisiones sobre la forma de vida de los antiguos pobladores de las montañas andinas.
El equipo
Doctor Víctor Durán
Doctora Alejandra Gasco
Doctora Valeria Cortegoso
Doctor Ramiro Barberena
Doctora Carina Llano
Doctor Erik Marsh
Doctora Silvina Castro
Profesora licenciada Cecilia Frigolé
Doctor Gustavo Lucero
Profesora Lucía Yebra
Profesora Sol Zárate
Estudiantes: Jimena Paiva, Inés Zonana, Leonardo Cortez, Agustín Castillo, Gabriela DaPeña, Julián Franchino, Luis Acuña, Daniela Guevara