Hace exactamente un siglo el aviador tucumano se accidentaba en cercanías de Las Cuevas, cordillera del Límite, en la quebrada que hoy lleva su nombre. Una historia épica y misteriosa. El recuerdo en palabras de Glauco Muratti.
La madrugada del 28 de mayo de 1919 el Tte. Aviador Benjamín Matienzo partió en un aeroplano Nieuport de 165 HP (28C1 N6338) desde el campo de aviación “Los Tamarindos” en Mendoza intentando cruzar la cordillera en una cuadrilla de tres aviones donados por el gobierno francés.
Sus acompañantes, Tte. 1° Antonio Parodi y Capitán Pedro Zanni, que en el mismo empeño se había estrellado cerca de Punta de Vacas dos años antes, desistieron, uno por una falla de motor y otro en Uspallata.
En la época no había radios y -probablemente sin darse cuenta- Matienzo siguió solo por el valle del río de las Cuevas sin que el avión, enfrentando fuertes vientos, consiguiera tomar suficiente velocidad y altura.
Se dice que lo vieron pasar sobre Las Cuevas con una estela de humo y también por Caracoles, ya transpuesta la frontera. Pero las horas pasaban, la autonomía del avión era escasa y no había noticias confirmadas.
A pesar de la confianza que se tenía en la serenidad y pericia del aviador, ya al día siguiente la situación era alarmante. Argentina y Chile iniciaron dificultosas tareas de rescate que los temporales invernales clausuraron.
El 18 de noviembre una comisión de policías y civiles encontró el cuerpo cerca de las construcciones de la mina de cobre (Casa de Minas) detrás de una gran roca, exactamente en el sitio que después llevaría las placas y los homenajes.
Incógnitas
¿Qué había pasado con Matienzo? ¿Por qué tenía las botas destrozadas y faltaban balas en su revólver? ¿Por qué quedó tan cerca del refugio? ¿Había conseguido cruzar la frontera? Sobre todo: ¿Dónde estaba el avión?
Pasaron décadas y circularon muchas versiones. El avión recién fue ubicado en 1950 por los militares argentinos Víctor Bringas y Manuel Svars sobre una empinada montaña, muy cerca de la frontera, pero todavía del lado argentino.
Estaba medio tapado de piedras, el motor intacto, incluso con aceite. Un altímetro marcaba 3.900 m. El reloj de Matienzo roto, con la manecilla de los minutos marcando el diez.
El misterio de Benjamín Matienzo
Parece difícil que Benjamín Matienzo hubiera logrado pasar la frontera: de regreso hubiera debido trasponer el alto portezuelo chileno que separa los cerros La Parva y Tres Hermanos. Aparentemente agotó el combustible y en un sitio extraordinariamente favorable, hoy “quebrada del Avión”, consiguió bajar.
Pudo salir caminando del trance. Bajó por terreno nevado no muy empinado hasta la base del cerro Pan de Azúcar y comenzó a desandar el valle principal hacia el sur. Quien recorra el tramo que separa la quebrada del Avión y el actual monumento podrá darse cuenta de lo que significó esa travesía en una época desfavorable, con temperaturas tan bajas.
El cuerpo quedó muy cerca de la Casa de Minas, lugar que tal vez Matienzo hubiera observado al sobrevolarlo horas antes. ¿Es posible que después de atravesar kilómetros de páramos desolados muriera faltando solamente noventa pasos para el refugio?
Hoy la continuidad natural del valle del río de las Cuevas hacia el Norte lleva su nombre. Se llama quebrada “Tte. Aviador Benjamín Matienzo”, antes “quebrada de las Bodegas”
Se decía que aquel famoso arriero del Aconcagua, Pasten, sabía bien donde estaba el avión. Pero no lo decía. Dicen que quería plata para dar la ubicación. Pero tal vez hayan sido habladurías de aquellos años.
Por último: la mina tiene un nombre curioso, “Germinal Sol Y Tierra”. Lo que hace pensar que podía pertenecer a algún anarquista.
Glauco Muratti. Abogado. Andinista. Autor del libro “Los hielos olvidados”, de cuyo capítulo 13 fue extraído este relato. Rosario, Santa Fe (glaucomu@yahoo.com.ar)
Foto principal: El hito en el lugar donde fue encontrado el cuerpo de Benjamín Matienzo. (PH Glauco Muratti)