Cimas de la Esperanza es un programa de la Fundación Emilia Valeria AC, que nace en honor a Emilia y Valeria, dos jóvenes francesas arrebatadas por la leucemia a la familia Dornier. Sus padres, Pierre y Charlyne, fundaron Semons l’Espoir en Francia para mejorar las condiciones de hospitalización de niños enfermos de cáncer.
Emilia, junto a sus padres, creó en 1994 Les Sommets de l’Espoir, para ofrecer a niños y jóvenes con cáncer una vida de satisfacción y orgullo.
En 2020, Mateo Dornier y David Elíseo fundaron Cimas de la Esperanza en México, donde desgraciadamente el cáncer es la primera causa de muerte por enfermedad en niños entre 5 y 14 años, con 5,000 casos de cáncer infantil diagnosticados al año.
El proyecto tiene como objetivo dar un mensaje de superación, resiliencia y supervivencia para las personas que padecen cáncer. Un grupo de jóvenes sobrevivientes de cáncer entrenan y superan límites para demostrar y llevar el mensaje de que se puede conquistar cualquier cima aún después del cáncer.
Meses atrás el grupo mexicano viajó a Francia para ascender la Pyramide Vincent. Allí compartió la experiencia con los sobrevivientes de cáncer de Les Sommets de l’Espoir, de ese país europeo.
Más recientemente, mexicanos y franceses se unieron nuevamente, esta vez para alcanzar las cimas de México, siempre con el objetivo de demostrar que hay vida después del cáncer.
Aventura en América
En una semana donde los valores valentía, tenacidad y compañerismo fueron protagonistas, y con el lema “Hay vida después del cáncer”, los integrantes de Cimas de la Esperanza recibieron a sus pares y guías franceses para ser parte de admirables hazañas.
El programa inició con una carrera el domingo 19 de noviembre en el corazón de la Ciudad de México, en Paseo de la Reforma, que culminó en una fraternal convivencia entre participantes, familiares, amigos y voluntarios.
El lunes 20, el grupo se reunió temprano en su base de lanzamiento oficial, “La Canasta Viva”, para organizarse y dirigirse a su próximo reto: el rocódromo Fusión, en la capital poblana. Supervivientes, guías y compañeros demostraron dedicación y destreza en las prácticas de escalada en muro, que sirvieron de entrenamiento para su objetivo final: la cumbre del Citlaltepetl, conocido mundialmente como Pico de Orizaba.
Por la tarde, el equipo se dirigió hacia la Hacienda Santa Bárbara en Tlaxcala, con una vista increíble de la meseta tlaxcalteca. Un acogedor descanso y una nutritiva cena para recuperar fuerzas y poner la mira en el próximo reto: la cima del volcán Matlalcueyetl (La Malinche) a 4420 msnm.
A la cumbre
En la madrugada del 21 de noviembre, el grupo preparó su equipo técnico y se encaminó hacia el parque nacional. Lo recibió un exuberante bosque de pinos, encinos y oyameles. Las condiciones meteorológicas obligaron a replantear la estrategia. El cuerpo de guías expertos determinó que las 13 sería la hora límite de ascenso.
El entrenamiento y la fortaleza física y mental les permitió llegar hasta los 4000 metros antes del límite horario. El volcán los premió con una espectacular vista de la sierra de Huamantla.
Al mediodía del jueves 22, el equipo se trasladó a su base de operaciones final, “Summit Orizaba”, en Tlachichuca, Puebla. Allí, la familia Canchola los esperaba para ofrecerles apoyo y alojamiento.
El pueblo mágico de Tlachichuca les brindó a los montañistas una tarde-noche peculiar. En la plaza central se celebraba un festival en honor a Santa Cecilia, patrona de la música. Los supervivientes mexicanos encontraron el pretexto perfecto para compartir y mostrar a sus contrapartes franceses la alegría y el júbilo mexicano traducido en música y baile.
Esa misma noche, el clima cambió y una nevada cubrió las montañas del valle del Anáhuac de un blanco impoluto y esperanzador.
En la mañana del 23 de noviembre, el cuerpo técnico de la expedición realizó la última revisión al equipo de montaña de cada participante. El objetivo era no omitir ningún detalle o necesidad y permitirles llegar preparados a su ascenso final.
La llegada del resto del equipo técnico a la base de operaciones marcó el inicio de su último desafío. El grupo partió hacia el refugio de Piedra Grande a las 15, para instalar su campamento de aclimatación. Y pasar así la noche en las faldas del Citlaltépetl.
Objetivo final
La nevada pasó factura, y las temperaturas de este último reto se volvieron congelantes, de hasta -15 °C. El grupo guiado por el equipo técnico de guías mexicanos de “ICE & Rock” y franceses, llegó a la base del glaciar. Allí estableció un campamento de altura. Porteadores transportaron víveres, utensilios de cocina y agua desde Piedra Grande, permitiendo al grupo descansar y reponer fuerzas a 5000 metros.
La madrugada del 25 de noviembre fue extremadamente difícil para el grupo. Debían colocarse el equipo técnico para nieve rápidamente y comenzar a moverse para evitar congelarse. La caída de aguanieve dificultó cada paso, por lo inestable del terreno.
A pesar de los contratiempos, los valientes supervivientes lograron su objetivo, alcanzando la cumbre después del amanecer.
Culminaba así una semana de logros, estableciendo una nueva marca de esperanza con el ascenso a los 5,636 m de la cumbre de diez supervivientes del cáncer. Entre ellos, tres mexicanos sin alguna extremidad inferior.
Los supervivientes de la generación 2023 fueron Andrea, Erika, Ximena, Ivonne, Carolina, Camila, Karla, Marie, Fernando, David. José, Simón, Gaby, Jean Marc, Víctor Liceaga y Víctor Vergara.
Ellos, a lo largo de sus vidas, enfrentaron numerosas adversidades. Pero su valentía y resiliencia los convirtieron en luz de esperanza para aquellos que luchan contra el cáncer. Demostrando y gritando a todo pulmón: ¡Hay vida después del cáncer!