El mexicano perdió su vista por cáncer, a los 18 años. Pese a ello, desarrolló una brillante carrera atlética. Este año, a los 31, llegó a la cima de Aconcagua junto a su amigo y compañero Omar Álvarez. Su objetivo: demostrar al mundo que no hay impedimento para coronar las Seven Summits.
Rafa Jaime (31, México), acaba de convertirse en el primer latinoamericano ciego que pisa la cima de Aconcagua (6.962 m, Argentina), el monte más alto de América y de todo el hemisferio occidental.
Lo hizo junto a su inseparable compañero y amigo, el también mexicano Omar Álvarez, un avezado montañista con mucha experiencia y que encontró en Rafa su partner ideal para cumplir objetivos, cada vez más altos.
Rafa es, además de un notable atleta, triatlonista, maratonista, ultraman, conferencista y motivador. Sus respuestas ante la requisitoria de Cumbres son certeras y profundas. Reveladoras de una personalidad positiva y proactiva. Muestra cabal de una vida plena y desarrollada basada en una actitud optimista y emprendedora.
Objetivos
Así define Rafa Jaime sus objetivos: “Tener vivencias irrepetibles, que muchas veces se convierten en indescriptibles. El hecho de estar en lugares que nunca me hubiera imaginado, tener esas sensaciones. Dentro de un glaciar, con esos vientos, en un roquerío. Son cosas que me cambian por completo todos los días mi forma de pensar”.
“Cada montaña ayuda a construir madurez, forja una armadura más fuerte en la conciencia y en la mente. Es lo que me encanta de la montaña. Persigo seguir creciendo como ser humano, poder compartir esto con más personas, transmitir a mi familia lo que hago”.
“Si mis ojos no pueden describir en qué lugar estoy parado, mi vivencia es compartir lo maravilloso del mundo, principalmente con mi familia. Eso busco y me interesa encontrar en la montaña. Un desarrollo brutal, llevar al límite mis sentidos. Todos, porque todos juegan”.
“Compartir con alguien más, con mi partner Omar, te hace crecer mucho como ser humano. Porque aquí somos dos vidas en juego. Dos sueños y ninguno está por encima del otro. Hay que ir de la mano, compaginando paso a paso, y que jamás nadie se quede atrás. Esto me sirve en el día a día para establecer mejores relaciones sociales. Busco así crecer como ser humano”.
Las razones
El proyecto que conforman Rafa y Omar se denomina Cordada a Obscuras. El objetivo de poner a Rafa, primer ciego de Latinoamérica, en la cumbre de Aconcagua, es lógicamente transmitir los valores de tomar las riendas de la vida y superar las adversidades.
Omar sostiene que cuando uno conoce a Rafa se le olvida que es ciego. “Es una persona echada para adelante, un cuate que quedó ciego a los 18 años, y antes a los 4 perdió por cáncer el ojo derecho”.
Rafa pudo ver, al menos con un ojo, 18 años. Conoce su rostro, sus padres, su vida hasta esa edad. “Eso le dio una estructura física y emocional sobresaliente, es una persona fuera de serie”.
No hay ninguna particularidad en la vida de Rafa Jaime. Es tan normal y real como la de cualquiera. Viaja solo, no depende de nadie, vive solo, se mantiene. Esa actitud guerrera, esa correlación de ser el primer ciego en llegar a Aconcagua, es una secuela de su vida y de su forma de enfrentarla. Sin sentirse víctima y siendo un ejemplo para muchos.
Cordada rápida y segura
En Aconcagua, el tránsito de ambos montañistas fue a un ritmo alto, según ellos mismos definen. “Muchas veces vamos subiendo y rebasando muchas cordadas. Somos muy rápidos. Nos hemos entrenado muchos años física, espiritualmente y tácticamente, lo que nos permite tener un ritmo de ascenso normal. En algunos momentos, cuando hay mucha roca, es un poco más complejo. Sin embargo lo compensamos cuando no hay roca y podemos tener una velocidad estable por encima del promedio”.
Rafa y Omar caminan comunicados. El primero va tomado permanentemente de la mochila del segundo, y va copiando sus movimientos. La comunicación se complementa a través de los bastones. Omar va golpeando las rocas y de esa manera Rafa va comprendiendo el terreno.
Es sabido que los ciegos al no tener información visual desarrollan el oído. Esto les permite, mediante el sonido, hacer un escaneo de los objetos a su alrededor como si los estuvieran viendo. Cuando Omar golpea las piedras, Rafa percibe las piedras y los obstáculos.
Como medida de seguridad especial transitan encordados cuando están en un glaciar. Sobre todo en el descenso, donde es preciso más respeto. Esto posiblemente lo haga un poco más lento para ellos que para cualquier otro montañista.
Dios y la montaña
“Conocí a Rafa Jaime en la montaña. Estaba entrenando, escalando el Iztaccíhuatl (5.282 m), tercer volcán más alto de México. Cuando descendía después de la cumbre, en un punto me detuve a esperar al grupo, pues yo me había adelantado. Me estaba hidratando y sentado allí me cuestionaba si la gente con la que escalaba entonces era la que me iba a poder acompañar a los grandes sueños alpinos que tenía y tengo. Ese día se lo pregunté a Dios y la respuesta fue en mi corazón ‘no”.
“Minutos después, increíblemente veo a unos 6 metros a 3 alpinistas que venían sujetados de los hombros, pegados. Se me hizo muy raro verlos, pues cuando uno va encordado debe dejar unos 5 o 6 metros de cuerda para que en caso de accidente tengas un espacio para poder hacer una detención. Me llamó la atención. Pero seguí hidratando y esperé a mi equipo”.
“Empecé a descender y unos 10 minutos después, me di cuenta que más abajo estaban poniendo un sistema de cuerdas a un ciego para bajarlo. Cuando lo vi fue increíble, ver a un ciego en una montaña de 5.200 metros. Dije ‘¡uau, esto cómo es posible!”.
“Empecé a bajar, llegué a casa y no me podía sacar de la cabeza lo que había visto”.
“Al otro día me desperté y dije ‘¡carajo, le acabas de pedir a Dios un crack con el que puedas cumplir tus sueños de vida y de montaña, y te lo acaba de poner! Cómo no fuiste y le pediste su contacto”.
“Lo busqué en internet, no debe haber muchos montañistas ciegos en México pensé. Y efectivamente lo encontré y me metí a sus redes a stalkearlo. Y hoy estamos juntos bajando de Aconcagua”.
“Las montañas no se conquistan”
Chimborazo (6.263 m, Ecuador) y Pico de Orizaba (5.747 m, México) son algunos de los montes que previo a Aconcagua ascendieron Omar y Rafa para prepararse para el gran reto.
“Espiritualmente, no hay diferencias. Las montañas están vivas, son mágicas, poderosas, hay que respetarlas. Simplemente es un lugar donde cuando uno llega debe pedir permiso para entrar, dejando el ego y la soberbia afuera. No hay montaña fácil. Las montañas no se conquistan. Se aman y se respetan”, define Omar aquellas experiencias.
Técnicamente hallaron mucha diferencia con Aconcagua. Son 1.500 metros más que implican una aclimatación completamente diferente. Los vientos superiores a los 80 km/h, las temperaturas de -20º. “En algunas temporadas en Pico de Orizaba hay. Pero son ascensos alpinos. Llegas a un refugio a 4.300 m y en una madrugada llegas a la cumbre pasando por un glaciar de 500 metros. Y el mismo día regresas a casa”. Allí está una de las principales diferencias.
En Aconcagua la montaña no les facilitó las cosas. Los dos mexicanos recuerdan la exhaustiva y extensa aclimatación. Desde campo Cólera, a 6.000 metros, las exigencias se hicieron sentir. “No puedes dormir, tu cuerpo sufre, no puedes pasar mucho tiempo ahí, no tienes cómo hidratarte, tienes que portear agua desde Guanacos 3, más peso, más energía. Es una expedición completamente diferente”.
Sin obstáculos. Sin excusas
Rafa Jaime: “Jamás he encontrado un impedimento o alguna situación de discriminación. Más que por el hecho evidente de que no veo y alguien pueda llegar o acercarse y me diga ‘oye tú, no puedes o no debes hacer esto porque estás ciego’, no ha existido la oportunidad de discriminación. Porque yo jamás me considero una persona con discapacidad”.
“No doy pie a que me llamen ‘persona con discapacidad’. Es una palabra que no me gusta, no me comporto como tal. Tengo capacidades iguales o mayores que otros seres humanos. Por esa actitud y forma de desarrollarme y lo que he proyectado desde que perdí la vista, hago que no existan situaciones de discriminación conmigo”.
Omar Álvarez: “Cuando subimos montañas, llevamos una bandera del símbolo de discapacidad tachado. Cuando conocí a Rafa, que compartíamos sueños de montaña y vida, nuestro más grande sueño era llevar esa bandera al mayor número de montañas que la vida nos permita. Buscamos ser ejemplo para la juventud, para toda la gente. Y en Latinoamérica, no solo México. Le decimos al hermano latinoamericano que la discapacidad no es física, es el miedo y está en la mente.
“Cuando una Cordada a Obscuras, un ciego y su guía, su hermano, te lo dicen en el techo de América, pues es una fuente de inspiración. O al menos es nuestro sueño que impacte en mucha gente en el mundo, pero sobre todo en Latinoamérica. Queremos ser al menos un agente de cambio y figura positiva que diga a nuestros hermanos que dejemos esos miedos en la mente y empecemos a unirnos e ir hacia adelante”.
Un proyecto posible
Hoy por hoy, es Everest obviamente un objetivo de máxima para Cordada a Obscuras. Pero es que ya nada perciben como imposible.
El proyecto plantea en 3 años escalar las Seven Summits, las montañas más altas de cada continente. Este año lo iniciaron, autofinanciados, con éxito en Aconcagua. Ahora presumen que el logro puede abrirles puertas para conseguir financiamiento y apoyos para lo que queda.
El cronograma continúa en junio de 2020 en Rusia, para una oportunidad en el Elbrus (5.642 m), cima mayor de Europa. En agosto del mismo año estarían en Kilimanjaro (5.891 m, Tanzania).
2021 sería el momento para Antártida, en enero, hacia el macizo Vinson (4.892 m). Junio o julio serían los meses ideales para probar suerte en Denali (6.145 m, Alaska, EEUU).
En 2022 la idea es acometer la Pirámide Carstensz (4.884 m, Indonesia). Y en mayo coronar el proyecto en la temporada primaveral de Everest (8.848 m, Nepal/China).
Trascendencia
Cordada a Obscuras busca trascender de esa manera. Rafa Jaime es actualmente el ciego latinoamericano que llegó al techo de América y lo será también en muchas de esas montañas. Y por el tiempo, será también el primer ciego de este gran continente en las Seven Summits.
Están convencidos y Aconcagua ya les dio la razón. No parece haber obstáculos para Rafa Jaime en su proyecto. Y están ansiosos por transmitir su particular mensaje al mundo entero.
“Proyectamos y transmitimos esta accesibilidad a la montaña. Queremos a través del ejemplo decir a toda la gente que la montaña es para todos. Transmitir este mensaje de inclusión, compartir que no importa la condición física o discapacidad que se tenga, todos estamos habilitados para disfrutar de esta magia. Que un ciego en las cumbres más altas del mundo te lo diga, será un mensaje que le permitirá a mucha gente entenderlo. Será un mensaje de inspiración”.