Ubicado en los nevados del Aconquija, en el Noroeste de Argentina, se asciende por Catamarca pero es la cima más alta de Tucumán y de toda la cadena. Sus 5.500 msnm y su aridez extrema ponen a prueba resistencia y autonomía.
El cerro del Bolsón -para los lugareños, Clavillo- es la cumbre más alta de los nevados del Aconquija, un sistema montañoso de unos cien kilómetros de extensión. Sus 5.550 metros sobre el nivel del mar representan un desafío en sí mismo. Pero ascenderlo implica otros retos para los amantes del trekking de altura y el montañismo.
La cumbre del cerro del Bolsón es la altura más significativa de la provincia argentina de Tucumán, pero se asciende comúnmente por la árida Catamarca. La aventura parte en El Tesoro, un caserío mínimo alrededor de un curso de agua que, aunque exiguo, permite la supervivencia de los pobladores y sus huertas y animales.
La aproximación es larga y dura: unos 15 kilómetros por quebradas áridas, espinosas y bien pedregosas hasta comenzar el ascenso a los campamentos de altura con el sueño de coronar una cumbre visitada -su primer ascenso fue en 1893-, pero no tanto.
Un reto de alta montaña
Los desafíos que presenta el cerro del Bolsón están entonces vinculados a la autonomía y a la resistencia. Los tramos son pocos, pero extensos. Los desniveles superan los mil metros por jornada de ascenso y aunque hay una variante que permite portear equipo mediante mulas, en general el montañista es quien debe cargar todo a su espalda en mochilas no menores a 70 litros.
Así, la escasez de agua en la zona obliga a tener siempre previsión para portear dos o tres litros en la mochila, junto con el resto del equipo básico para alta montaña. Incluidos crampones, ya que la presencia de hielo en la cima ha frustrado más de un intento de cumbre.
Desde El Tesoro (2.600 msnm) se pasa por la estancia Los Cerrillos, un vergel en esa geografía amarronada. Y se comienza el ascenso rumbo al primer campamento de altura, que se instala en una vega ubicada a unos 3.700 msnm.
La falta de oxígeno comienza a sentirse, y es fundamental hidratar y aclimatar de a poco, dedicando a la expedición la mayor cantidad de días posibles para que el cuerpo se vaya acostumbrando a la altitud.
Por quebradas que ralentizan la marcha y obligan al máximo cuidado para evitar despeñarse, la segunda jornada nos llevará al campamento 2, a 4.700 msnm. Allí es recomendable pasar dos noches antes de encarar el asalto a la cumbre.
También allí la presencia de un hilo de agua cristalina que baja de las quebradas resulta un aliado indispensable para la continuidad de la aventura. En una geografía donde el sol castiga con fuerza, la hidratación, no está de más repetirlo, es un factor clave.
El campo 2 se monta sobre un playón que permite apreciar el cerro en su esplendor y magnitud. Ya estamos cerca, pero falta lo más duro: desfiladeros, acarreos y collados por encima de los 5000 msnm. El aire ya escasea y la aclimatación y buena preparación física son determinantes para el éxito de la expedición.
Cima y descenso
En la cima, una caja con el libro de cumbre y otros elementos, marcan el éxito del ascenso. Que, como todos los de alta montaña, exige extrema precaución en la segunda parte de la historia.
El descenso debe hacerse con extremo cuidado hasta el campamento 2. Si la luz solar y las energías acompañan, puede incluso bajarse hasta el campamento 1. O en su defecto a un punto intermedio entre ambos, siempre cerca de alguna vega que proporcione el vital líquido.
La aventura llega a su fin nuevamente en El Tesoro, donde es posible coronar la experiencia del cerro del Bolsón con un asado preparado por lugareños. El mejor broche para una aventura exigente y poco difundida.
La época más propicia para encarar el intento de cumbre en este cerro del Bolsón es otoño y primavera. El invierno es crudo, y en verano las lluvias dificultan la aventura.