Aldo Ítalo Gramaglia, descendiente de italianos nacido en 1932, vecino de Dorrego, fue uno de los primeros mendocinos en practicar el esquí en Vallecitos, cuando la única infraestructura era la vieja traza de un camino serpenteante que ascendía hacia las cumbres del Cordón del Plata, un precario funicular que funcionaba con un motor a gas oil donado por YPF, un par de pequeños refugios para guarecerse del frío y el viento. Y nieve, mucha nieve. Mucha más que en los actuales inviernos.
En los tempranos ’50, cuenta Aldo, junto a otros jóvenes de Mendoza solían emprender la literal aventura de Vallecitos. En viejos ómnibus o camiones llegaban, a duras penas, hasta las inmediaciones del refugio San Antonio y el San Bernardo. Una vez allí debían acceder a pie hasta el motor del funicular, cargarlo con el combustible que ellos mismo traían desde Mendoza, hacerlo arrancar si el frío lo permitía, y luego comenzar a subir, de a tres, de a cuatro.

Más arriba, un primitivo “ski lift” los arrastraba montaña arriba mediante un ingenioso sistema de cinturones de cuero convertidos en cinchas y pesados ganchos artesanales de hierro. El objetivo era la zona donde hoy está el refugio Mausy, y recién ahí deslizarse por la pequeña ladera. Desde que habían salido de sus casas en Mendoza hasta ese momento, habían transcurrido demasiadas horas.
Equipo y vestimenta eran de producción propia y casera. Las tablas y fijaciones las construían ellos mismos, copiando algún par de skies que alguien trajo de Europa como la novedad del mundo. El calzado era el doméstico adaptado artesanalmente para la prestación en la nieve y las fijaciones no eran más que cuerdas y tendones con los elementos que podían conseguir.
La indumentaria básicamente era la misma con la cual seguramente asistían a la escuela, con algunos pocos agregados. Aldo, por ejemplo, solía utilizar un rompevientos descendiente de un “gabán” ingeniosamente adaptado por alguna de sus hermanas, y un gorro de piel de zorro que aún conserva con sus iniciales finamente bordadas.
Todo era posible, todo era imaginable en esas épocas de pocos recursos tecnológicos y muchos sueños. Quizás la exagerada perseverancia de aquellos inquietos mendocinos que con escasísimos recursos “descubrieron” Vallecitos, fue la llave del progreso que sobrevino en los siguientes años. Se mejoró el camino, se extendió la llegada hasta la canaleta, los refugios se modernizaron, se construyeron nuevos, se instaló una pista de patinaje sobre hielo (aún se conservan restos de la estructura), se difundió y promocionó a Vallecitos como centro regional de nieve y deportes invernales, con ofertas de competencias, hospedajes de alto nivel, gastronomía. Se llegó al esplendor.
Hoy ciertamente los inviernos modernos no son tan generosos como los de antaño y la nieve es un bien escaso. Pese a todo, un puñado de emprendedores se mantiene firme al pie del Plata con nuevas e ingeniosas propuestas para todos los gustos. Con el mismo espíritu tozudamente aventurero de aquellos pioneros del siglo pasado.