Una malformación congénita en su pierna derecha no le impidió cumplir ninguno de sus sueños. Hoy es guardaparque en Aconcagua. Y un día llegará a su cumbre.
“Me crié en el campo con mis abuelos en Tres Arroyos, andando a caballo, trepando árboles, arriba de las cosechadoras, cosas de infancia que hoy ya no se ven. Mi amor por la montaña surgió… de la nada”.
En realidad, esto podría ser el comienzo de cualquier historia de cualquier chica nacida en cualquier lugar que, enamorada de las montañas, un día decide orientar su vida hacia las alturas de los Andes.
Pero hay un dato que no se puede obviar para conocer cabalmente la historia de Nancy Roldán (39) y así dimensionar sus logros. Nancy nació con una malformación congénita llamada agenesia femoral y acortamiento de tibia y peroné de su pierna derecha. Desde sus primeros años, y luego de algunas cirugías adaptativas, usa prótesis con la cual puede desplazarse y manejarse en la vida.
Un día, con 16 años, un hecho en particular despertó en ella una vocación irrenunciable: “En 1994 un guardaparque nos recibió en el muelle de la península Quetrihué, en el lago Nahuel Huapi, cuando fuimos a una navegación. No sólo me impactó su imagen, su porte, su postura y actitud frente a la vida, sino cuando nos contó sus actividades en el área protegida”. Allí comenzó a gestarse su gran idea, la de en algún momento de su vida trabajar como guardaparque en alguna reserva.
Como para reforzar ese sueño, algún tiempo después tuvo Nancy su primer contacto visual con el cerro Aconcagua: “Fue en 2008 cuando vine a esquiar a Puente del Inca. Lo vi y fue amor a primera vista”.
Pasaron los años y decidió radicarse en Mendoza para estudiar la carrera de Guía Nacional de Turismo. Cursando el primer año un día presenció una charla que dio a los alumnos un guardaparques que, además de contarles los pormenores de su trabajo, hizo una convocatoria para quien quisiera desempeñarse como auxiliar de guardaparques en alguna área protegida. “Fui la primera en anotarme y quedé seleccionada para la temporada 2013/14 nada menos que en el Parque Aconcagua. Cuando bajé del Buttini el 21 de noviembre de 2013 me dije ‘¿dónde vine a parar?’ Lo tengo muy grabado como un recuerdo muy grato”. Lo había logrado. Pasaron muchos años, casi 20 desde aquel 1994 y tuvo su posibilidad de trabajar en un área protegida, como lo había soñado.
Sueño cumplido
Su primera impresión fue la de llegar a un lugar completamente desconocido, sin saber claramente qué tipo de trabajo debía hacer. “Fue una recepción muy bonita de mis compañeros, fue un proceso de aprendizaje evolutivo y siempre me sentí cómoda en todo aspecto”.
Para Nancy el ingreso a trabajar como guardparques fue “un cambio de paradigmas, un cruce de umbrales en un montón de aspectos, de dejar un montón de cuestiones y pensamientos extraños hasta ese momento de toma de decisiones, las más importantes. No me arrepiento de ninguna. Esta es mi cuarta temporada y quedé contratada anualmente. El Parque Aconcagua es mi casa”.
Ella reconoce que sigue aprendiendo día a día su tarea. Su función hoy está en el Centro de Visitantes del ingreso de Horcones. “Disfruto lo que hago. Vienen personas con perfil más bien turístico. Pero lo más gratificante para mí es que recibimos muchas escuelas y termino mi día pensando que tal vez generé algún cambio en un niño, en una persona. Es casi una pasión recibir a la gente”.
Desde su función Nancy está convencida de contribuir a mejorarle un poquito la calidad de vida a la gente en muchos aspectos: “Que salgan a disfrutar de la naturaleza. A veces vienen personas muy enojadas con el mundo, con el sistema, con una carga emocional muy negativa. Mi función, me he tomado ese atributo, es la de decirles ‘calma, mirá dónde estás, bajá, disfrutá, caminá, compará, dejá el celular, los problemas, estando acá no los vas a solucionar, pero vas a tener otra óptica o perspectiva”.
Metas altas
En 2016 Nancy junto a su amigo Agustín Guillot, quien también usa prótesis en una de sus piernas, el guía Pablo Tapia, y su amigo fotógrafo Leandro Ignacio Luna, participó de un trekking hasta el campamento de Plaza Francia, con la idea de hacer cumbre.
La llegada a Plaza Francia fue un momento emotivo y muy significativo en la vida de Nancy, y el despertar de varias metas nuevas que esperan su cumplimiento. En aquel momento ella desistió de intentar la cumbre: “No estaba emocionalmente bien y eso se tradujo en molestias físicas que no me permitieron seguir”.
Hoy, la dinámica de su trabajo y el diario compartir con sus compañeros resultaron un incentivo para recuperar aquellos objetivos trazados. “Con mi colega/amiga/compañera de la vida Marianela nos estamos entrenando, hacemos gimnasio, bicicleta, natación, caminamos cuando podemos. Igual no digo que me voy a comer el cerro, eso no es así, lo tengo bien asumido”.
Su idea para esta temporada es llegar hasta el campamento base de Plaza de Mulas. Ese es el actual objetivo, y tiene bien en claro las dificultades a las que deberá enfrentarse: “Sé que es cansador, largo, extenuante, no termina más”. Y quiere también volver a Plaza Francia, “que para mí es uno de los lugares más lindos que tiene el Parque… ¡y el mundo! Es tremendo, es sentarse y llorar”.
La cumbre es por supuesto un sueño a futuro. Pero no desespera, su premisa es “el Aconcagua va a estar ahí por unos cuantos miles de años más. No fue la temporada pasada, tal vez no sea ésta, pero el cerro sigue estando ahí y alguna vez saldrá la oportunidad. Las cosas han salido cuando no las he planificado demasiado. Aprendí a no desesperarme y a que cada cosa tiene su tiempo. Tardé 20 años para estar en un área, que tarde un par de años más en subir el Aconcagua no hace la diferencia, sé que está ahí, lo veo todos los días y esa es hoy mi satisfacción más grande”.
Dejar huella
Ella tiene internalizada la noción de que nada es imposible, y lo demuestra en cada palabra y cada gesto. Su condición física jamás resultó un obstáculo y su condición mental la llevó con naturalidad a superar cualquier dificultad circunstancial: “Yo estoy acá, yo llegué acá. Y para mí es la dinámica cotidiana de mi vida, yo no veo que estoy haciendo ningún esfuerzo, es mi vida, la que decidí. No me veo en otro lado en absoluto”.
Durante muchos años usó prótesis estética, que disimulaba la falta del miembro. Su amiga Marcela un día le planteó: “¿Y si usás una sin estética? ¿por qué tenés que ocultar o disimular lo que te pasa?” Y así que comenzó a utilizar una nueva prótesis de fibra de carbono sin estética, asumiendo plenamente su condición y hasta en algún sentido desafiando a la sociedad: “Empecé a experimentar con la gente. Durante mucho tiempo me sentí observada de manera negativa y cuando decidí esto tuvo su efecto”.
Este año Nancy decidió correr aún más sus límites. Fue invitada a participar del desfile de modas Mendoza Fashion Week en el Mendoza Shopping, y compartió pasarela con modelos profesionales de dilatada carrera: “Tuvo mucha repercusión, tuve un montón de mensajes positivos. La idea es simple: hay que salir al mundo, no nos podemos quedar metidos en la casa porque me pase esto o lo otro”.
Pese a no proponérselo, su vida en sí misma es inspiración para quienes tienen la fortuna de conocerla y compartir con ella su tiempo. “Yo no elegí venir así, pero hay cosas mucho más complicadas. Yo soy una beneficiada del Universo porque puedo caminar y hacer lo que quiera. Me llevará más o menos tiempo, pero no importa, soy una beneficiada”.
Nancy comparte su vida con su hija que hoy tiene 15 años. “Estoy formando una persona y yo quiero que sea una persona de bien y que deje su huella. Paul Watson, fundador de Greenpeace, dice que mientras uno esté vivo tiene que dejar una huella positiva en el Universo. No te vayas de esta vida sin haber hecho algo por los demás”.
Nancy es una mujer de montaña. Su historia es un ejemplo de voluntad de superación y de convencimiento para conseguir metas, por más imposibles que parezcan.