La hermosa historia de la mamá, enferma de cáncer, y la hija, juntas desafiando todos los rigores imaginables hacia la cumbre de Aconcagua, quedó en el recuerdo de la temporada pasada. Aquí el relato en primera persona del guía Pablo Goldengruss, el que las ayudó a cumplir su sueño.
Guiar ha sido mi trabajo por más de una década. Es mi pasión, lo elegí y disfruto lo que hago.
Esta pasión devenida en profesión me ha dado muchas satisfacciones: poder subir en reiteradas ocasiones la montaña más alta de América, Aconcagua, la de Europa, Elbrus, la de África, Kilimanjaro, y muchas otras famosas y no tanto. He tenido mis momentos duros también, pero en este caso mi trabajo me pone frente a un gran desafío que termina siendo un gran aprendizaje.
Tenía que guiar a la cumbre de Aconcagua a un grupo compuesto por 6 clientes. Era para la expedición que me habían contratado en Aventuras Patagónicas, con algo bastante llamativo: de los 6 integrantes, 5 eran mujeres, y solo un hombre. Vale aclarar que no es una proporción habitual, generalmente el porcentaje de mujeres en las expediciones es de un 20% como mucho.
Pero esto recién comienza: dos madres junto a sus hijas, más raro aún que entre ellas eran amigas. Respecto de los otros dos integrantes, dos periodistas del New York Times, que venían a hacer una nota a una de las mujeres, Isabella.
Definitivamente la expedición no iba a ser una más. Max y Rebbeca son fotógrafo y reportera respectivamente. Él había sido guía de montaña largo tiempo atrás -excelente pienso-, por lo que tenemos más ayuda si eventualmente nos pasa algo.
Una expedición muy especial
Los días pasan sin mayores inconvenientes. Equipajes perdidos por las aerolíneas, ansiedad, nervios, corridas, pero finalmente todo marcha sobre ruedas. Aventuras Patagónicas opera casi la totalidad de sus tours con la modalidad ahora tan popular de entrar por la quebrada de Vacas hacia el campo base Plaza Argentina, para luego rodear toda la montaña, con la cumbre de Aconcagua incluida y descender por la super famosa Plaza de Mulas, campo base de la ruta normal. En el primer campamento de aproximación se reúne todo el grupo, finalmente todos con el cien por ciento del equipo.
Luego de aclimatar como es habitual en el base, nos proponemos a portear. Llega la hora de la verdad, ver cómo funciona el equipo en la altura. Como era de esperar, surgen algunos detalles para ajustar, nada muy grave. Excepto Isabella (55), nuestra protagonista, no mucho más para agregar de ella ya que en la nota de NYT se relatan muy bien sus logros.
En este relato no se trata de contar los pormenores del ascenso a la cumbre de Aconcagua, que como es de público conocimiento madre e hija lograron, no sin poco esfuerzo. Sino compartir algunas reflexiones de Isabella.
Después del porteo, decido que es tiempo de que Isabella me cuente un poco más de su situación. Si bien en la ficha médica ella lo había escrito, faltaban algunos detalles, no menores.
Su situación de cáncer estadío 4, con metástasis en varios órganos, en huesos, pulmones, mamas, se mantenía en tratamiento quimioterapéutico. Nadie sabía a ciencia cierta cómo podía reaccionar en la altura.
Para graficar un poco la situación, en un momento ella me comenta el miedo que tenía de sufrir una gran caída, ya que, por su cáncer en los huesos, estaba segura que podía llegar a ser una catástrofe.
Más que la cumbre de Aconcagua
Después de algunos días fuimos ganando confianza, situación que yo aproveché para indagar, tratar de entender porque estaba ahí. Ampollas, frío, lastimaduras en los hombros provocadas por la correa de la mochila, incomodidad. Luego de 10 días la vida en una carpa no es muy placentera si uno no está acostumbrado. Miedo por sobre tantas otras cosas, esa era una palabra, una situación que se repetía y estaba suspendida muchas veces en el ambiente, en mis pensamientos, en los de Isabella. Y me animo a creer que en el resto del grupo también.
“¿Sabes qué pasa Pablo?”, me dijo un día. “Me siento viva, si tengo una ampolla me duele y no la quiero tener, pero agradezco poder sentirla, eso quiere decir que estoy viva, que estoy otro día más acá. En 12 meses, no sé qué pasará con mi enfermedad, capaz no puedo caminar más. Por eso vengo acá, la vida es un desafío, y a veces no es fácil”.
La hija de apenas 22 años, que se llama casi igual que su madre, “Bella”, no se dejaba intimidar ni se quedaba a la sombra de ella. Temía por la vida de su madre, en algunas situaciones a Isabella la salud le jugaba malas pasadas y le costaba un poco más aclimatar, o acaso su cuerpo es así, o la quimioterapia, vaya uno a saber qué era. Lo que sí sé es que su hija le pedía llorando que desista, que no quería que muera en esa montaña. Las palabras de Isabella siempre positivas, increíblemente es una mujer super positiva. “Yo tampoco me quiero morir acá y no me voy a morir en este lugar, quédate tranquila hija”.
No solo subió la montaña para desafiarse a ella, sino que empujó y apoyó psicológicamente en más de una oportunidad a su hija hasta la cumbre de Aconcagua.
Al regreso durante esas 7 horas de trekk hacía Mendoza, charlé mucho con Isabella. Le pregunté por qué había tenido esa actitud con su hija. “Pablo, darse por vencido es la opción más fácil”.
Pablo Goldengruss
Guía de Montaña (EPGAMT)
(Ph portada: Facebook Bella Crane)