La foto del Dr. Bernabé Abramor bajando encordada de la cumbre de Aconcagua a una chica india de 22 años, sola y extenuada, revela una historia con final feliz. Un episodio que poco tiempo atrás podría haber resultado fatal.

“Le até los cordones y empezamos a bajar de la cumbre”. Eran casi las 16. Cinco minutos antes, al verla casi inerte recostada contra unas piedras a metros de la cruz a 6.962 metros -con los cordones de sus botas desatados-, el médico de Aconcagua, Bernabé Abramor, supo que la jornada iba a ser muy larga.
“Ese día yo estaba en Cólera. Temprano salieron todos los grupos hacia la cumbre y yo salí atrás, como siempre”. Lo que buscan los profesionales del Servicio de Aconcagua es tener presencia allá, arriba, esos días cuando mucha gente busca la cima. Efectivos de la Patrulla de Rescate siempre hay. La idea: sumar un apoyo al trabajo en equipo. Y esa es la clave en Aconcagua.
“Llegué al refugio Independencia y modulé con la patrulla para conocer novedades. Hasta ese momento todo iba muy bien así que seguí caminando hacia la cumbre. Subía mucha gente, pero lo bueno es que todos subían con guías locales, no con tour leaders. Había un par de personas sueltas, sin guía, pero se las veía bien”.

Entre la muchedumbre que se agolpaba a metros de la cima, la chica de sólo 22 años proveniente de India, que ascendía sola, no la pasaba nada bien. Allí, en la cumbre, un guía mendocino se acercó al galeno y le susurró: “La veo mal, muy cansada”. Bernabé se presentó y constató a simple vista en la jovencita solitaria, signos de extrema fatiga. “Tenés que bajar” le dijo. Eran casi las 16, y enseguida supo que el descenso sería una odisea larga y compleja.
“A la rastra”
“A esa chica la veníamos siguiendo de cerca, sobre todo porque estaba sola. Venía bien, venía fuerte. El tema es el día de cumbre, que es muy duro. Pero en esta montaña siempre hay alguien que te da una mano” reflexiona el médico en diálogo con CUMBRES.
“Empezamos a bajar y apenas superamos el escalón de la cumbre ya se sentó, al inicio del filo del Guanaco. Traté de hablarle, le dije que había que bajar. Me decía que sólo quería descansar, que estaba muy cansada. Le abrí la mochila y no tenía nada, no tenía agua, no tenía comida”.
La primera parte la fue prácticamente arrastrando. La chica caminaba unos pasos y se desplomaba de cansancio. Transitaban la Canaleta y el peligro era que al tirarse, desplazaba rocas hacia abajo que podían causar inconvenientes a otros montañistas.
En ese sector encontraron al guía Arkaitz “Vasco” Ibarra Martínez, que bajaba con su grupo. Más tarde otro guía se sumó a la ayuda, Gustavo Caselli. “Me dieron una mano grande y la bajamos hasta la Cueva. Ahí recién la pude encordar y pudo empezar a caminar. Ahí también le tomé la foto, como para registrar un poco nuestro trabajo”.
Con esa foto y ese video, Bernabé Abramor se convirtió en ese instante en el mejor cronista de montaña, reflejando en una sola imagen la trascendencia del trabajo de los médicos de altura. Que se extiende a rescatistas, patrullas, guías, porters, campamenteros, guardaparques, personal del helicóptero. Todos quienes están involucrados en la particular dinámica de Aconcagua.
Anochecer de un día agitado
“A los 20 metros, en el espolón, debimos parar para hidratarla y medicarla. La convencí de hacer el tirón hasta Independencia. Lo encontré al guía de Inka, Fernando Colobini, que llevaba un tubo de oxígeno ultraliviano. Me lo dio, se lo pusimos y con eso mejoró un montón. Pero igual bajamos muy lento, hasta Cólera”.
Ya eran las 21.
La montañista india en Cólera sólo tenía su bolsa de dormir y unas pocas cosas más. Bernabé las cargó para seguir hasta Nido de Cóndores, donde el Servicio Médico tiene las comodidades adecuadas para pasar la noche.
Pero la chica no quería caminar más.

El médico estaba decidido. No podía pasar la noche en Cólera. No tenía carpa, no tenía calentador, estaba deshidratada y extremadamente cansada.
“Yo también estaba muy cansado. Llamé a la Patrulla que estaba en Nido para que me den una mano. Nos encontramos a mitad de camino aproximadamente, y me ayudaron a bajarla. Caminando, encordada y en plena noche”.
A Nido de Cóndores arribaron alrededor de las 23. “Nos esperaban con la comida lista! Fue un día de mucho trabajo, pero todo salió bien”.
Respeto por Aconcagua
Un dato que no escapó al análisis de Bernabé: la chica, durante el ascenso, venía pasando los controles y estaba físicamente bien. El problema era que iba sola y no tenía los conocimientos necesarios para acometer una montaña como Aconcagua. “Sus índices daban bien, pero la fatiga extrema, estar sola sin nadie que la aconseje, subir sin agua ni comida… son errores que pueden ser fatales”.
Los médicos y rescatistas, por norma, llevan doble ración de agua y comida en sus mochilas. Durante el descenso, la india tomó toda el agua y comida que le brindó Bernabé.

En algún momento de la bajada ella pudo articular algunas frases seguidas. Le relató que tenía 22 años y que estaba detrás del sueño de las Seven Summits. Contó que en su pueblo habían hecho una colecta para ayudarla para su expedición a Aconcagua. Tal vez eso le generó un compromiso de audacia más allá de los límites de la prudencia. “Se veía que no medía los riesgos. En otra montaña no sé qué le hubiera pasado” reflexionó Abramor.
Pura vocación
Desde el año pasado los médicos tienen mucha más presencia en la altura de Aconcagua. Este enero en Nido de Cóndores hubo atención sanitaria constante y salidas de los galenos ante emergencias, asistiendo a la Patrulla y a guardaparques.
“Es una evolución constante en el servicio. Ahora tenemos médicos que caminan, que están arriba, que entrenan para salir a dar una mano a la patrulla. Todo esto está por fuera de la licitación, nos corresponde hasta Plaza de Mulas. Pero como siempre estamos subiendo y bajando, necesitamos estar más arriba”.
Fueron muchas las evacuaciones que protagonizaron en enero, que de otra forma podrían haber resultado en problemas serios en tales alturas. La ambición de Bernabé y de todo el Servicio es extender su presencia en Nido de Cóndores durante toda la temporada, con todo lo que implica.
“Este año lo hicimos todo a pulmón, pero salió todo excelente. Fue un año de quiebre. Estar en Nido, participar en la mayoría de los rescates. Todos los médicos estuvieron en la cumbre, todos asistieron o bajaron a alguna persona. Es un trabajo increíble”.
Bernabé Abramor nació hace 32 años en La Emilia, un pequeño pueblo al Norte de Buenos Aires. Estudió en Rosario y su especialidad es terapia intensiva.
Aficionado a la montaña, hace 6 años vino a intentar Aconcagua con Heber Orona, Matías Hidalgo y Federico Pérez Campanelli. Ellos lo contactaron con el Doctor Ignacio Rogé, Jefe del Servicio Médico. “Él me apadrinó, junto a Verónica Reinone, Roxana Pronce, Mijel Lotfi. Vine deportivamente y me quedé a trabajar”.
Hoy Bernabé es coordinador médico de la quebrada de Horcones. Uno de los héroes anónimos de esa pasión llamada Aconcagua.