
En el extremo sur de la Patagonia, donde el viento azota las imponentes paredes del Parque Nacional Torres del Paine, un grupo de escaladores chilenos está escribiendo una nueva página en la historia del montañismo regional.
Porteadores y guías de trekking cuya vida transcurre entre el trabajo en el parque y la escalada, lograron abrir cuatro rutas inéditas durante la temporada 2024-2025, combinando técnica, resistencia y un profundo conocimiento del terreno.
“Todos somos del entorno del Parque Torres del Paine; aquí trabajamos y escalamos”, explica Vicente Urzúa, quien junto a sus compañeros como Héctor Sáez, Felipe Vistoso y Aarón Romero, exploró algunos cerros chilenos poco visitados, desde el granito del Escudo hasta las verticales formaciones de hielo del Paine Grande.
“La escalada nació en nosotros gracias a amigos que nos inculcaron esta pasión”, agrega, destacando cómo una comunidad de autodidactas está transformándose en protagonista de aperturas audaces.
Entre sus logros destacan “Millacahuin” (900 m, 5.11-), una ruta de 15 largos en la cara noroeste del cerro Escudo, nombrada en honor a Johan Millacahuin, escalador natalino fallecido en 2020.
También resalta “Tigre Corneano” (450 m, 5.11-) en el Pichorro, y dos proyectos en el Valle del Vader, donde enfrentaron dificultades de hasta 5.12. “Son paredes exigentes, pero cada largo sostenido nos motiva a volver”, afirma Urzúa.
Desafíos técnicos y condiciones extremas
La Patagonia no perdona errores, y los escaladores lo saben. En enero, Urzúa y Felipe Marín ascendieron la cara norte del Escudo -una zona de acceso remoto, descrita por Rolando Garibotti como “un granito dorado con secciones de 600 metros verticales”-. Tras 14 largos, rapelaron por la clásica “Las Aventuras de Don Quijote”, ruta abierta en los 90 por Andy Parkin. “El clima nos obliga a ser rápidos; cada ventana de buen tiempo es oro”, comenta Urzúa.
Pero no todo fue éxito para los expertos chilenos. En el Paine Grande, a solo 10 metros de la cumbre, tuvieron que retroceder por un hongo de hielo inestable. “Fue épico: 500 m de hielo vertical en la ruta de Garibotti, pero la escarcha nos detuvo”, relata. Pese a ello, lograron el cuarto ascenso al Cuerno Norte por “Nacimiento” (5.11) y el tercero al Cuerno Este, repitiendo “Vacaciones Metamórficas”, una línea cuya primera ascensión data de 2022.
Por añadidura, juntos los intrépidos escaladores chilenos lograron uno de los pocos ascensos al cerro La Hoja por la vía De los Franceses. Y completaron en abril la Torre Sur, en condiciones realmente gélidas y de días ya muy cortos.
Su labor no se limita a Chile. Urzúa viajó a Perú en 2023 para escalar el Alpamayo y el Yanapaccha, y en julio pasado abrió la primera ruta en la cara suroeste del cerro Cancana (Elqui), con 1.200 m de escalada en cuatro días. “Queremos mostrar que los locales también podemos hacer historia en la montaña”, concluye.
Con proyectos pendientes como la “headwall” del Valle del Vader, el equipo promete seguir desafiando los límites. Mientras, las célebres Torres del Paine consolidan su reputación como un laboratorio de escalada para los más audaces.
Graduación de dificultades en escalada
En escalada, la dificultad se mide mediante sistemas de graduación que varían según la región y el tipo de escalada. Los más comunes son la escala francesa (ej.: 6a, 7b) y la estadounidense (ej.: 5.10, 5.11). Estas escalas indican la complejidad técnica, la inclinación de la pared y la exigencia física. Por ejemplo, un 5.10 en la escala estadounidense equivale a un 6a/6b en la francesa y representa pasos verticales con movimientos técnicos. Mientras que grados superiores implican paredes desplomadas o techos. Además, en rutas de varios largos (secciones de 50-60 metros), se suma la longitud total para conocer la magnitud de la vía.
En escalada deportiva, las vías son equipadas con seguros fijos por expertos, quienes asignan un grado basado en su experiencia. En escalada clásica, además de la dificultad técnica, se consideran factores como la calidad de la roca, la exposición al riesgo y la distancia entre seguros, lo que hace más compleja la valoración. También existe la escala para escalada artificial (A1-A6), donde se evalúa el riesgo de caída. Y para búlder (bloques de baja altura), que mide la intensidad técnica y explosiva en pocos movimientos.
Estos sistemas sirven como guía para que los escaladores elijan rutas acordes a su nivel. Aunque las graduaciones son orientativas, ayudan a prever el desafío físico y técnico de cada vía. La experiencia y el conocimiento de diferentes tipos de roca y estilos de escalada son clave para interpretarlas correctamente y garantizar la seguridad.