En diciembre pasado, un equipo de alpinistas brasileños realizó un ascenso al Aconcagua, la cumbre más alta de América con 6.962 metros, bajo una modalidad inusual. En tan solo siete días, los escaladores partieron desde Sao Paulo, ingresaron al Parque Provincial de Mendoza, concretaron su objetivo y regresaron a Sao Paulo. Un valor destacado de eficiencia en planificación y logística.
El equipo, integrado por el montañista Dario Libano y liderado por el ochomilista Moeses Fiamoncini, titular de la empresa Vertex Treks, desarrolló esta expedición como una suerte de prueba piloto. Más que una carrera contra el tiempo, la experiencia se enfocó en maximizar la organización y reducir al mínimo los días necesarias para alcanzar la cima.
Aclimatación
La aventura comenzó semanas antes, cuando ambos expedicionarios viajaron a Arequipa, en Perú, para una fase de aclimatación. Los objetivos: los volcanes Pichu Picchu (5.664 m) y Chachani (6.057 m).
Tras completar esta etapa, regresaron a Brasil para esperar algunos días por una ventana climática favorable en el Aconcagua. “Desde Sao Paulo empezamos a mirar el mejor tiempo, cuando los vientos bajen, porque cuando llegamos a Brasil el viento estaba muy fuerte en Aconcagua”, explicó Fiamoncini.
Cuando la ventana de buen tiempo apareció, tomaron la decisión. Volaron a Mendoza y se trasladaron directamente a la entrada del parque en Horcones, donde pernoctaron fuera del área protegida.
Al día siguiente, el segundo, el helicóptero de Helicopters.ar los llevó al campo base de Plaza de Mulas. Desde allí, comenzó el desafío.
Sin contratiempos
El tercer día de la expedición fue clave: partieron de Plaza de Mulas hacia Nido de Cóndores, donde instalaron su campamento. “Era un día muy bonito, muy abierto. Hacía un poco de frío en Nido al final de la tarde, pero estaba muy bonito el día”, relató Fiamoncini.
Tras la noche de descanso, en la mañana de la cuarta jornada se dirigieron al campamento Berlín. Tras una breve parada, pero regresaron a Nido para almorzar, descansar y prepararse para el ascenso final.
El ataque a la cumbre comenzó a la madrugada del quinto día. “Salimos a las 00:15. Fue una noche que empezó con un poquito de viento, pero después se acabó. La noche estaba muy bonita y nosotros estábamos muy equipados porque queríamos intentar una ascensión rápida”, describió el líder de la expedición.
Doce horas y quince minutos después, ambos llegaron a la cima, donde disfrutaron de condiciones climáticas ideales. “En la cumbre no había casi nada de viento. Había unas ocho personas más que habían llegado ese día. Solo muy cerca de la cumbre había un poco de nieve, pero la canaleta estaba sin nieve y estaba muy buena”, añadió.
A casa
El descenso también fue cuidadosamente planificado. Optaron por evitar la ruta tradicional a través del campamento Berlín y tomaron un sendero más directo hacia Nido de Cóndores.
Al día siguiente, el sexto, completaron el descenso hasta Plaza de Mulas, donde un helicóptero los transportó nuevamente a Horcones, marcando el final de su estancia en el parque. Esa misma tarde llegaron a Mendoza: “llegamos a media tarde y ahí pudimos descansar, recorrer la ciudad y comer bien” continuó en su relato.
En el séptimo día, al cabo de una semana exacta de haber partido desde Sao Paulo, el team brasileño regresó a la gran ciudad brasilera. Y con el logro de la cima de Aconcagua en 7 días en el equipaje.
Para Dario Libano, este ascenso representó un hito personal y un escalón más en su proyecto de Seven Summits. Según Moeses, “fue una gran conquista alcanzar la cumbre de la montaña más alta de América. Este logro es el resultado de una preparación previa y de varias ascensiones que le permitieron estar mejor preparado para este desafío”.
Con esta experiencia, el equipo demostró que una expedición al Aconcagua puede ser no solo exitosa sino también rápida, en pocos días. Siempre que se combine una rigurosa preparación física, logística impecable y una lectura experta de las condiciones climáticas.
Info: empresa Vertex Treks