El ecuatoriano marcó record de ascenso non stop por la vía 360°, de Punta de Vacas a la cumbre y por Horcones de regreso al mismo lugar en casi 28 horas.
Nicolás Miranda es un reconocido guía de montaña y atleta ecuatoriano que a los 39 años logró en Aconcagua el record de velocidad de ascenso non stop por la ruta 360° uniendo los 110 kilómetros desde Punta de Vacas por Plaza Argentina hasta la cumbre y retorno por Plaza de Mulas, Horcones y Penitentes nuevamente a Vacas en el impresionante tiempo de 27 horas y 58 minutos, casi 4 horas menos que la marca anterior lograda años atrás por Willie Benegas en igual trayecto pero de regreso hasta Horcones.
Según consta en los registras de Guardaparques, Miranda ingresó al Parque Aconcagua por Punta de Vacas a las 23:45 horas del viernes 10 de febrero de 2017, egresó por el puesto de Horcones y llegó nuevamente a Vacas a las 03:43 horas del domingo 12.
CUMBRES dialogó extensamente con el gran Nicolás, quien en primera persona relata su impresionante record concretado con el apoyo logístico del equipo “Ecuador más cerca del Sol” que integra:
Trabajamos en equipo para que se logren los objetivos, solo es muy complicado o imposible hacer un record. Sólo o con mulas se puede hacer pero llevaría mucho tiempo y por eso es importante venir en equipo.
El desarrollo de la 360° empezó en Punta de Vacas a las 12 de la noche. Para eso el equipo ya se había trasladado a la montaña un día antes por la ruta normal de Plaza de Mulas. De ahí se repartieron en diferentes puntos donde era más necesario el soporte en comida, ropa, agua e incluso en ánimo porque la ruta es bastante larga, se mantiene uno solo en la ruta mucho tiempo.
A Romel Sandoval le encontré después de 5 horas en Casa de Piedra a unos 3.800 metros de altura. Él tenía ahí un poco de ropa para mí porque ya venía una zona más fría, unos zapatos más especiales por el frío con puntas de acero que me permiten caminar por los glaciares. Ya llevaba 40 kilómetros recorridos entonces era súper importante abastecer.
Mi siguiente punto de abastecimiento fue Plaza Argentina donde me asistieron Kriztian Kriollo y Karl Egloff, quien tiene el record por la ruta normal (*). Ellos me dieron soporte, sopa, alimentos, más equipo de altura porque ya venía la parte más difícil que es manejar la altura en velocidad, lo más duro.
Subí solo hasta los 5.300 metros, me sentía bastante bien. Después de eso ya sentí un poco el cansancio físico, subir y subir constantemente en un gran esfuerzo en altura me empezó a cobrar factura. Años atrás de Plaza Argentina a la cumbre lo hice en 4 horas 45 minutos, y esta vez me llevó 8 horas. Nos dimos cuenta que el trabajo de altura en grandes esfuerzos hay que tomarlo de manera distinta, me tocó ir mucho más despacio.
Yo ya me había comunicado con Pablo Chiquiza que estaba esperándome en el campo Cólera con avituallamiento, que ahí ya era muy necesario agua caliente, ropa más caliente porque es la zona más fría y más peligrosa, donde si te coge el mal de altura puede ser determinante no sólo por continuar o no con el proyecto sino que puede costarte la vida. Él me dio lo que tenía, tomé agua y comí y me acompañó hasta la cumbre, me apoyó, me dio ánimos y eso es súper importante porque ahí empieza a jugar mucho la cabeza, te preguntas si vale la pena, pero si tienes un amigo a tu lado dices ‘lo voy a seguir intentando’.
Subimos muy despacio, no pude cumplir con mi expectativa a esa altura ya que el esfuerzo físico hasta ese momento había sido bastante exigente. Llegamos a las 3 de la tarde a la cumbre, había mucha nieve y eso impidió que las cosas pudieran fluir de manera más rápida. Pero llegué sin problemas, un poco nos pegó la altura que es normal y el cansancio físico que también es normal. No nos tomamos mucho tiempo, tomamos un par de fotos, nos alegramos porque veíamos que las cosas iban funcionando pero sabíamos que era la mitad del proyecto.
Empezamos a bajar y cogimos algo más de ritmo, pudimos recuperar. En el camino nos encontramos con un grupo de rusos, en el cual dos chicos estaban en problemas. Yo no podía quedarme mucho tiempo, hablamos un poco de lo que les pasaba, logramos comunicarnos con los guardaparques, y Pablo se quedó con ellos dándoles medicamentes, ayudándoles a bajar porque estaba uno con edema cerebral bien severo. No podíamos abandonarlos, era anti humano. Y fue la ventaja que íbamos dos personas y yo pude continuar, que si hubiese sido el caso de que estuviera solo debía quedar a ayudarlos y dejar el proyecto.
Seguía cansado. El tiempo que yo había pensado se fue alargando y alargando porque la montaña siempre te deja enseñanzas nuevas, y esta enseñanza de esforzarse a tanta altura, con tanta distancia y tanto tiempo expuesto le cobra factura al cuerpo poco a poco.
Llegué a Plaza de Mulas bastante bien, cansado. Mario Ochoa me esperaba allí y el equipo de Lanko Expediciones -que se portó excelente, nos brindó más de lo que nosotros esperábamos, fue súper la gente cómo nos recibió y eso es invaluable-. Tomé un poco de sopa y de agua, me cambié y salí corriendo.
En Playa Ancha me pasó algo que nunca me había pasado: en ese punto mi cuerpo se cerró y ya no podía comer nada, no podía tomar nada más que agua. Hasta Punta de Vacas me faltaban 40 kilómetros y los tenía que hacer solamente tomando agua. Eso es interesante para nosotros como expedición y como deportistas, cómo aprendimos y cómo debíamos trabajar para esas alturas.
No me sentí débil por suerte y sabía que podía hacerlo. Además me esperaba Manuel Calapiña en Horcones, lo que era un aliciente para continuar, me esperaba para correr conmigo hasta Punta de Vacas, 25 kilómetros más. Eso fue fundamental. Llegué a Horcones entrando la noche sin ningún problema y empecé a correr con él. Los guardaparques nos dieron súper buena energía.
Corriendo me dormía en el camino, y fue la ventaja la compañía de Manuel que cada vez que me dormía me golpeaba, me daba ánimos, estaba pendiente de que nada me suceda. Estábamos cerca de Penitentes y fue muy importante tomarnos una hora de descanso. Una hora y media casi que me renovó un poco para poder continuar. Tal vez si yo continuaba esos 12 kilómetros, que uno dice no es nada, me podría haber dormido y si me sucedía algo quedaba ahí. Fue necesario y continuamos hasta Punta de Vacas.
Llegamos, lo logramos. Los guardaparques nos recibieron, nos estaban esperando, felices de que se hizo algo nuevo.
Fue para nosotros todo felicidad. Eso es el logro del trabajo en equipo. Quedamos felices y tranquilos de haber logrado el objetivo y de volver a casa.
(*) Nicolás y Karl son amigos y compañeros de aventuras desde hace varios años. Miranda fue uno de los asistentes logísticos cuando Egloff batiera el record de speed climbing en Aconcagua de 11 horas 52 minutos por la ruta normal en 2015, desbancando nada menos que al español Killian Jornet.