Plaza de Mulas, último ensayo de civilización antes de enfrentarse a la ferocidad y belleza de la cumbre más alta del Sur del mundo: Aconcagua.
“Una ciudad de tela. La urbe más alta del mundo. Una Torre de Babel de carpas”, exageraba este mismo cronista años atrás al escribir un artículo sobre el campo base Plaza de Mulas.
En definitiva, Plaza de Mulas es un particular “poblado” a 4.260 metros donde montañistas de todos los rincones del planeta aclimatan, descansan. Y preparan la acometida a la cumbre más alta del mundo fuera de los Himalayas: el Aconcagua (6.962 m).
Es el campamento base de la mal llamada “ruta normal” del Coloso. Es una muy especial población de alta montaña que cobra vida cada temporada. Allí conviven montañeros de los rincones más exóticos del planeta. Excepto, últimamente, de Argentina.
Las condiciones y características de Plaza de Mulas son bien conocidas. Un emplazamiento con buena agua, protegido por grandes rocas donde instalar las carpas. Acceso relativamente simple por la quebrada de Horcones, por una senda bien marcada y transitada por montañistas y mulas. Unos 30 kilómetros desde la entrada del Parque y cerca de 1.500 metros de desnivel que se pueden hacer en una o dos jornadas, con descanso en Confluencia.

Dos, tres, varias Plaza de Mulas
En realidad, hay varias Plaza de Mulas. La inferior, al pie de la Cuesta Brava, es el histórico primer campamento, militar, donde persisten las ruinas del refugio Colombia, arrasado por una avalancha. La Superior es antiguo refugio militar, también en ruinas y patrimonio histórico, situado en la morena al Sur del actual campamento. La vigente se encuentra sobre la siguiente morena propiamente. Es un amplio espacio parcelado para empresas y acampantes particulares, puesto de Guardaparques, Servicio médico y helipuerto. Y la llamada Nueva Plaza de Mulas, donde se erige el refugio-hotel, a 45 minutos de marcha hacia el Oeste, y que cobija a la Patrulla de Rescate de la Policía.
En Plaza de Mulas se permanece por algunos días hasta lograr una buena aclimatación. Se pueden ascender algunos cerros vecinos de más de 5.000 metros como el Bonete. Y conocer el magnífico glaciar Horcones Superior.
Pero, el verdadero encanto de la empinada urbe de carpas es simplemente vivirla. Transcurrir algunos días en su ambiente climáticamente tan extremo, logísticamente tan mínimo en recursos, y socialmente tan exuberante.

Torre de Babel
Tan sólo circular al atardecer entre las carpas particulares y los comedores de las empresas de servicios es toda una experiencia. Conversaciones en ruso, italiano o japonés o algún otro idioma imposible de identificar. Los titánicos esfuerzos por comunicarse en inglés -un muy particular inglés- entre un mendocino y un holandés, un brasileño y un ucraniano puede resultar una vivencia bastante divertida.
Claro que el espíritu montañés que exacerba el Aconcagua todo lo puede. Y lo que no puede ese espíritu lo logra alguna guitarra bien templada. Un improvisado coro de altura o algún tibio vino tinto compartido. O algún otro néctar.
Es campamento principal en la ruta más transitada hacia la cumbre y centro logístico más importante para quienes buscan ese objetivo. Privados, estatales, servidores públicos, empresarios, turistas, andinistas, guías, arrieros, porteadores. Todos allí confluyen y conviven en una extraña armonía para lograr objetivos trascendentales.
Es una vida interesante la que se vive en Mulas. Potente, atractiva, diferente, es como vivir hace 100 años, con lo mínimo. En cierta forma es una vida sencilla que gira en torno al imprescindible Sol.
Todos son bienvenidos a Plaza de Mulas. La sorprendente ciudad de carpas donde el ambiente puro de montaña impulsa a las personas hacia actitudes que sólo allí se experimentan. Un campo base donde sacan lo mejor, o a veces lo peor de sí mismos.