El monte Aconcagua, coloso de 6.960,8 metros que domina el cielo en los Andes argentinos, no es solo un desafío deportivo de talla mundial, sino también un territorio de conservación que aspira a ser un espacio de encuentro y accesibilidad para todos.
En una iniciativa que conjuga la visión académica con la gestión pública, el Parque Aconcagua es objeto de un ambicioso proyecto que pretende transformar la experiencia de visita a este ícono del alpinismo global, incorporando criterios de accesibilidad universal y diseño inclusivo en sus servicios y recorridos de cercanía.
Es impulsado por la Dirección de Áreas Protegidas de Mendoza en conjunto con la cátedra de Diseño de Productos II de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo, con sede en la misma provincia del Oeste argentino. En fecha reciente tuvo su primer paso tangible con una visita de reconocimiento al parque de estudiantes, docentes y técnicos.
La recorrida, guiada por la magíster Belén Arredondo –responsable de la implementación de los lineamientos de equidad social en áreas protegidas– y la coordinadora de la cátedra, Roxana del Rosso, permitió un relevamiento in situ de los senderos, miradores y el centro de visitantes.
El objetivo no es menor: adaptar al contexto de alta montaña las soluciones de diseño que ya han propuesto para otros espacios protegidos, como la Reserva Natural y Cultural Bosques Telteca, donde la idea es implementar un museo sensorial autónomo energéticamente mediante paneles solares, pensado para visitantes con trastorno del espectro autista u otras diversidades funcionales.
“El trabajo conjunto con la UNCuyo nos permite avanzar en un objetivo central: que nuestras áreas naturales protegidas sean accesibles para todos y todas” destacó Iván Funes Pinter, director de Áreas Protegidas.
De los lineamientos a la acción
El proyecto se enmarca en los “Lineamientos Prácticos para la Equidad Social de los Servicios Turísticos” que se aplica en la red de áreas protegidas de Mendoza.
Basados en principios de diseño universal y accesibilidad, estos lineamientos buscan disminuir barreras físicas, sensoriales y de comunicación. Además de mejorar la experiencia del visitante y generar autonomía y seguridad para personas con discapacidad.
Lo que distingue a esta iniciativa es su enfoque práctico y escalable: no se trata solo de normativa, sino de prototipos concretos desarrollados en el ámbito universitario y transferidos al territorio.
El desafío no es menor: adaptar esos principios a la rigurosidad ambiental del Aconcagua, con su clima extremo, su altitud y su geomorfología exigente.
La propuesta podría incluir, por ejemplo, miradores accesibles en la base del parque y estaciones de descanso con energía fotovoltaica. También mejoras en la señalización y adecuaciones en el centro de visitantes para que la información sea comprensible para todos, independientemente de sus capacidades.
Más allá de la cumbre
Además de las adecuaciones físicas, el proyecto pretende cimentar un cambio cultural en la gestión de los espacios naturales de alto valor en términos de montañismo.
Lo que se busca demostrar es que la inclusión no es incompatible con la conservación ni con la esencia aventurera de la montaña. Por el contrario, puede enriquecer la visita y ampliar el público que viva una experiencia transformadora en contacto con el entorno natural.
Para los miles de montañistas que cada verano austral arriban al Aconcagua desde todos los rincones del planeta, estas mejoras también podrían implicar una mejor preparación, información y servicios en la etapa previa al ascenso.
Los proyectos que surjan de esta colaboración serán evaluados para su posible implementación, con el fin de que el parque más visitado de los Andes centrales se convierta también en referente de turismo inclusivo en Latinoamérica.
El Aconcagua, monolítico símbolo de superación, se prepara para coronar una nueva meta: ser una montaña para todos.