En julio dos montañeros de Corrientes intentaron el Aconcagua invernal, una iniciativa muy poco repetida. Tras grandes esfuerzos, y a pocos metros de la cima, el mal tiempo los obligó a regresar. Queda de la experiencia un gran aprendizaje.
Los correntinos Luciano Merino (30) y Germán Braillard Pocard (61) intentaron en julio pasado la cumbre Aconcagua invernal. Los montañistas, de vasta experiencia, remontaron en la más absoluta soledad la ruta normal y debido a las condiciones meteorológicas decidieron regresar estando a un puñado de metros de la cumbre de 6.962 metros.
Esa decisión, reflejada por Cumbres en el seguimiento periodístico de la iniciativa, tuvo mucha repercusión en el mundo de montaña. Fundamentalmente se destacó de los andinistas la responsabilidad e inteligencia que denota esa decisión. Al contrario de lo que algunos pueden suponer.
Cumbres compartió en Mendoza un extenso diálogo con Lucho y Germán cuando pasaban de vuelta rumbo a su provincia. Y relataron su alta experiencia y los pormenores de una expedición sumamente ambiciosa que, si bien no arrojó el éxito de cumbre esperado, resultó sumamente enriquecedora.
¿Por qué Aconcagua invernal?
Germán tiene 61 años. Tiene 40 expediciones por todo el mundo, con 35 cumbres. Ha subido 3 veces Aconcagua, y éste era su cuarto intento. Fue su primera montaña, hace 10 años, e íntimamente quería festejar ese aniversario. Sólo que ya no se sentía atraído a hacerlo en verano. Por eso pensó en Aconcagua invernal y lo invitó a Lucho, el hijo de su amigo y amigo de su hijo.
Luciano tiene 30 años y estudia, a distancia desde Corrientes, para recibirse de Guía en la EPGAMT de Mendoza. En dos oportunidades pisó la cima de Aconcagua.
Ambos pertenecen al CANEA, Club Andino Nordeste Argentino.
“Somos de alguna forma hijos de montaña de Daniel “Indio” Pizarro, fue nuestro gran inspirador. Él siempre nos contó de su experiencia de Aconcagua invernal, lo hizo 3 veces, 2 cumbres. Cada vez que lo escuchaba me generaba inquietud de hacerlo en invierno” confiesa Germán, el más verborrágico de la cordada.
Conseguir el permiso de ascenso, fuera de temporada, no resultó sencillo. Debieron presentar un plan de contingencia, plan de expedición, deslinde de responsabilidad, certificado médico autenticado ante escribano público, y un seguro médico que cubriera cualquier contingencia. Ante la inexistencia de tal seguro en el país (sólo cubre hasta 6.000 metros), tuvieron que contratar uno francés de 172 euros anuales para evacuación, el que ofrece la Federación Francesa de Clubes de Alpinismo. Además, el permiso debieron pagarlo como en temporada alta: $ 6.400 cada uno.
Aproximación
El benigno invierno, ayuno casi totalmente de nieve, en los Andes Centrales, si bien podía ser a priori una ventaja, no fue tal. Y lo comprobaron al comenzar la expedición: “Entramos en un día de sol pleno, climatológicamente óptimo. Lo que complicó es que fuimos cada uno tirando un trineo y había poca nieve, entonces los tuvimos que tirar entre las piedras. Fue horrible, espantoso”.
El trineo fue para ellos un problema sin solución. Como única forma razonable de portear, la otra opción era hacer porteos a pie parciales y permanentes, algo extremadamente cansador. “No tuvimos chances de dejar depósitos durante temporada alta. Tuvimos que llevar todo. Para otra vez hay que hacer porteos de Horcones a Confluencia, y recién ahí tomar trineo hasta Mulas. En Playa Ancha con el trineo vas muy bien sobre el río congelado, y fue muy fácil en la subida. Cuando bajamos había caído mucha nieve, y también fue fácil. Lo difícil fue de Confluencia a Horcones. La aproximación fue la parte más dura”.
Progreso
Los campamentos previstos en la planificación, entre obligatorios y alternativos por cualquier contingencia, fueron: Confluencia Alta, Piedra Ibáñez, Colombia, Plaza de Mulas, Canadá, Cambio de Pendiente, Piedras Conway, Nido de Cóndores, Cólera (refugio Elena), Piedras Blancas, Independencia y la Cueva. No todos fueron utilizados.
El día de cumbre para Lucho y Germán amaneció inmejorable: poco viento y sol pleno. Luego de superar el dramático frío del amanecer, fueron progresando en buena forma desde Cólera. Entonces comenzaron los contratiempos: “Cuando la travesía se pone vertical ahí fue muy duro, había unas lenguas de hielo no muy grandes… son obstáculos que te dificultan”.
A las 12:45 arribaron a la Cueva, supuestamente con tiempo óptimo para superar la canaleta y acceder a la cumbre. Pero en la canaleta se encontraron con presencia de hielo que los obligó a emprender una escalada mixta de hielo y roca: “Teníamos piolets de marcha, no técnicos, subió uno primero y con una cuerda ayudaba a subir autoasegurándonos. Eso fue en la parte llamada el hombro. Eso nos cansó mucho y nos retrasó”.
Lograron supera la canaleta y llegaron al Filo del Guanaco. Pero ya eran las 5 de la tarde.
Decisión crucial
El viento del lado Sur con nieve volada se hizo insostenible. A esa hora era imposible seguir. Y decidieron regresar.
Los montañistas habían sellado una especie de compromiso con la Patrulla de Rescate de no ir a la cumbre tarde. “Seamos prudentes dijimos. Y bajamos”.
Luego de tomar algunas fotos pusieron rumbo a Cólera a donde arribaron a las 22. Entonces se comunicaron por radio con el “Indio” Pizarro, quien avisó a la Patrulla.
En la otra jornada, como seguía el mal tiempo con el agravante de viento blanco, decidieron permanecer allí, descansar e hidratar. Al día siguiente mejoró la condición y descendieron directamente a Plaza de Mulas, donde permanecieron un día más para reponer fuerzas y encarar la exigencia de Playa Ancha.
Otra jornada de marcha para bajar hasta Confluencia, donde acamparon, y al otro día salieron a Horcones.
Reflexiones post Aconcagua invernal
Pasados varios días del tremendo esfuerzo, ambos andinistas reflexionan sobre las condiciones de la expedición, con datos e información de gran importancia para futuros postulantes de Aconcagua invernal.
“Aconcagua invernal es un concepto totalmente distinto a Aconcagua estival. Vos en verano subís, hacés cumbre, bajás. Sí, tenés que tener fortaleza física y mental, pero el resto del programa está controlado, si bajás y no querés cargar la mochila contratás una mula, un porteador. Acá es palo del primero al último día, es más una carrera de resistencia permanente. Desde que pasas Horcones estás en la tuya”.
“La autonomía y exposición más absoluta. Ese fue el desafío. Autónomo total, si fallas en algo te puede llevar la vida. Porque estará la Patrulla, pero en buenas condiciones estará en dos días arriba y si hay mal tiempo más. Y menos el helicóptero”.
“Cuando remontábamos el río congelado, un momento hermosísimo, pensábamos ‘8 mil millones de habitantes y somos los únicos acá…’ para bien o para mal, porque si te pasa algo es para mal. Éramos los únicos disfrutando de semejante inmensidad. No nos cruzamos con absolutamente nada, sólo vimos huellas de pumas y liebres en Playa Ancha. Nada más. Es una sensación especial”.
“Es como que te ponen en el ring y tenés que aguantar 15 rounds que te pegue Joe Frazer, y sin banquillo. Más allá que le puedas pegar a Frazer -en este caso que hagas cumbre-, tenés que aguantar 15 rounds. Es resistencia, física y mental”.
¿Lo volverían a hacer?
Germán: “Estoy muy contento, para mí misión cumplida, obviamente no lo vuelvo a hacer, ya está. Tengo 61 años, ya está”.
Luciano: “Yo sí, tengo 30, yo volvería”.