Fernando “Pollo” Garmendia comparte relato y anécdotas de su reciente expedición como guía al volcán más alto del mundo, Ojos del Salado (6.893 m). A su regreso, se encontró con un mundo paralizado por la pandemia de Covid-19.
Por Fernando Garmendia (*)
Después de un largo viaje desde Tandil estoy llegando a Fiambalá nuevamente, último pueblo con servicios básicos antes de internarnos en la cordillera con el objetivo Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo. Es 9 de marzo y nos juntamos todos en el hostel.
Integran la expedición Luis, Lidia, Fabricio, Nico, Miguel y yo. Mate por medio nos ponemos a charlar de las distintas anécdotas que conlleva el viaje hasta aquí. Salimos en busca de comida y luego del almuerzo nos vamos a dormir con Nico.
A la tardecita terminamos de comprar esenciales frescos, a la noche asado hecho por Fabricio. Está todo listo para viajar mañana al valle de Chaschuil para comenzar con la etapa de aclimatación.
El 10 de marzo, después de llegar donde va a ser nuestro Campo Base para la primera parte de la expedición con objetivo volcán San Francisco (6.040 m) como animales desbocados preparamos las mochilas y salimos a caminar. Hicimos 13 km como para estirar las piernas y un hermoso 4.000 con fenomenal vista. Pero empezó a llover.
Regresamos al campamento, armamos las carpas y empezamos con los preparativos de la cena. Charlas y anécdotas del día se suceden.
11 marzo y el equipo está intacto. Salimos nuevamente a caminar y después de unas cuantas horas llegamos a otra hermosa cumbre, con un día maravilloso. Pero todo cambia a la bajada. Nuevamente llovizna, las montañas de enfrente tapizadas de blanco. El Incahuasi blanco. Estoy contento porque cuanta más nieve tengamos en altura, más fácil será hacer agua en los días venideros.
Al San Francisco
Nos juntamos con otra expedición liderada por el Gran Seba García, buen amigo y compañero. El 12 desarmamos el campamento temprano, cargamos todo y nos dirigimos a paso San Francisco. Trámites de aduana y seguimos viaje a la base del volcán San Francisco de 6.040 m.
La idea de este día es subir a los 5.500 m, descender y dormir en el refugio Vial Las Grutas, a 4.200 m. Sale todo como lo planeamos. Llegamos bastante cansados, pero muy contentos por lo logrado
El día 13 dedicamos al ocio y al descanso.
El 14 nos levantamos a las 2 AM, preparamos el desayuno y en nuestras camionetas, volvimos a la base del San Fra. A las 4:30 estamos caminando. Está muy frío, las horas pasan, amanece por fin. Buscamos el sol y gran descanso gran. Seguimos, se hace largo y cerca de la cumbre empieza a nevar como todas las tardes. Estamos muy cerca de la cumbre. Llegamos todos, alegría total. Rápidamente empezamos el descenso. Se hace muy largo.
La sorpresa mundial
Después de varios contratiempos llegamos a la camioneta. A las 23 estábamos todo cenando en el refu, más cansados que 2 días atrás
El 15 amanecimos con la gran noticia que debíamos abandonar el lugar, por el Covid-19. Mucho nerviosismo, charlas entre nosotros, fue un golpe duro para la expe al Ojos del Salado. Salimos adelante, el 16 tenía todo coordinado con nuestra camioneta, gracias al trabajo impecable de mi mujer Naty desde Tandil y la disposición de César de llevarnos al Arenal.
No quería fracasar. Dos años atrás habíamos intentado con otro grupo esta misma ruta, pero habíamos entrado con mulas. Fueron 7 largos días de aproximación y no pudimos pasar del Arenal por las grandes nevadas. Estuvimos cuatro noches a 5.500 m esperando alguna mejoría, que nunca llegó. Esta vez no era la nieve sino la incertidumbre y desinformación que reinaba en las fuerzas públicas.
Aproximación
El 16 a las 9:30 en el cruce elegido estaba nuestra chata. Se achicó la expedición, quedamos Luis, Nico, Fabricio y yo. Cargamos y empezó la gran aventura de aproximación hasta el campo base El Arenal. Increíbles paisajes y otra perspectiva de la aproximación.
En 6 horas estábamos en nuestro campo base. Nos despedimos de Paul y Luis -que decidió volver-. El lugar es increíblemente aislado y solitario. Temí que todos se quisieran volver. Se fue la camioneta y la sensación de soledad y libertad no se puede describir con palabras.
Armamos nuestras carpas y la carpita cocina de a poquito los chicos se adaptaron. El 17 lo usamos para aclimatar. Estábamos viviendo a 5.600 m.
El 18 hicimos cumbre en el poco visitado volcán Medusa, de 6.100 m, increíble mirador de todos los 6 miles de la zona, en un día increíble.
Pendientes del pronóstico
El 19 volvimos a descansar. Pedimos el pronóstico y el día de cumbre al Ojos del Salado nos daba para el 21 de marzo. Los días transcurrían entre mates, comida, caminatas, charlas y aburrirse como una ostra. Pero sobre todo había que trabajar la ansiedad.
Los días eran soleados, ventosos y fríos, pero no nevaba. Más no podía pedir.
El 20 a las 13 estábamos subiendo al campo 1, a 6.000 m. Encontramos una carpa, eran gente de Mar del Plata, con Fabián a la cabeza. Por los sucesos reinantes tuvieron que cambiar de planes. Armamos nuestro campamento en un lugar impresionante y nos dedicamos a hidratarnos y comer.
El 21 empecé a las 4 AM con la hidratación. Fabricio no se sentía bien de su garganta, bastantes días expuestos a la sequedad y ya empezaban a mermar las fuerzas en cada uno. A las 7 pudimos salir de la carpa ya que aflojó un poco el viento. Caminamos poco tiempo en la noche, que era realmente fría. Es que estábamos entrando en el otoño.
Cumbre Ojos del Salado
Fabián y sus compañeros decidieron volver. En un descanso, Fabián se juntó con Nico y conmigo, y continuamos los tres. Íbamos a un lindo ritmo, pero a eso de la las 13 yo empecé a sentirme mal, con un dolor característico en los pulmones cada vez que tosía. No me podía dar el lujo de volverme, era yo el guía. Decidí bajar el ritmo y lo mandé para adelante a Fabián que conocía bastante la montaña (era su tercera expedición).
Estábamos subiendo el volcán más alto del mundo, el rey del desierto, el Ojos del Salado de 6.893 m. Unos metros más bajo que Aconcagua.
Nico, silencioso, acataba sin discutir. Después de 8 horas ellos habían llegado a la cumbre y yo un poco más abajo. Me esperaron, llegué, saqué fotos, filmé. Estaba muy emocionado, pero el dolor del pecho no me dejaba relajar. Nos juntamos y bajamos por donde había subido yo, todo por nieve. Un placer.
Encontramos restos del helicóptero, seguimos bajando, se cerró y empezó a nevar. Los chicos me esperaban, habíamos logrado una hermosa cumbre.
Llegamos de noche donde nos esperaban nuestros compañeros de expedición. Fabricio nos esperaba con agua, hidraté bastante, nos quedamos dormidos. Al otro día salió el sol, me encontraba un poco mejor. Desarmamos todo y comenzamos el descenso al campo base. Ya era 22 de marzo.
Un mundo distinto
Mientras tanto, no sabíamos nada que el mundo había cambiado. Naty me había enviado un mensaje a mi satelital haciéndome saber que las cosas estaban muy delicadas.
Comimos en el campo base y a eso de las 14 llegó César. Un largo viaje de descenso y a eso de las 6 de la tarde llegamos a mi camioneta. Pasamos nuestras cargas y empezó lo más difícil: llegar a nuestras casas. Eso algún día lo contaré.
El 24 estaba reunido con mi familia en Tandil. Ir al Ojos del Salado y a los volcanes más grandes de la Tierra exige una logística y una predisposición a vivir una aventura diferente, lejos de la masificación de las montañas.
Sin embargo, en un pircado a 5.800 m encontré mucho papel higiénico y mierda tirados donde irían las carpas. Me gustaría que los próximos que andemos por esa zona llevemos un tubo de PVC y juntemos papeles. Y si pueden llevar la caca, mejor, porque en la altura no se desaparece el suelo. Es permafrost, siempre por debajo de la tierra que caminamos está congelado.
A raíz de todo lo vivido en esta parte de la cordillera surgió una frase que, retocada, dice así: Aconcagua es el Rey, pero Ojos del Salado no trabaja para el circo.