Llevamos un mes y medio confinadas y parece que hace una eternidad de nuestras habituales incursiones a la montaña. Hay una de ellas que me hace sonreír especialmente estos días en que añoro los paisajes de alta montaña. Fue a principios de enero, cuando con mis compañeras de montaña decidimos subir a la pica del Canigó.
Por Helena Roura Altés (*)
El macizo del Canigó y la “pica” homónima -la más alta- son muy emblemáticos en Catalunya, aunque de hecho está en el Rosselló, territorio francés (lo que se conoce como Catalunya Nord). Fronteras políticas a parte, la pica del Canigó es la última cima de los Pirineos en el Eeste, tocando ya al mar Mediterráneo. Al estar a menos de 50 kilómetros del mar, su altitud (2.784 metros) parece aún más imponente. De ahí que durante muchos años erróneamente se la conociera como la montaña más alta de los Pirineos.
La cima no es de difícil acceso, la sube mucha gente, pero en invierno la ascensión se complica. Sobre todo por el lado de Mariailles, por donde subimos nosotras, en que el tramo final —la Brecha Durier y la Chimenea— podía ser complicado debido a la nieve y el hielo. Para tres de nosotras (y éramos cuatro) era nuestra primera experiencia alpinista invernal. Por supuesto que valió la pena.
Sábado 4 de enero: De Coll de Jou al refugio de Mariailles
La subida al Canigó por Mariailles tiene una aproximación más larga en estas fechas, en que la pista forestal permanece cerrada y hay que dejar el coche en Coll de Jou (Castell de Vernet, Rosselló). Desde ahí hay un par de horas y un desnivel de +575 metros hasta el refugio de Mariailles por el GR-10 francés.
Llegamos al refugio de noche, pasadas las seis, con la luna iluminando el camino y haciendo innecesarias las linternas frontales. Mariailles está a 1.718 metros de altitud. Dormimos en el refugio libre, puesto que el guardado está cerrado en invierno. El refu consta de dos pisos (se duerme arriba), chimenea, mesas y bancos, y encontramos leña recolectada por anteriores alpinistas. Estamos solas y el cielo se nos muestra especialmente estrellado, puesto que hace frío y sopla bastante viento.
Contamos con que mañana la ascensión y el descenso nos ocuparán unas 9 horas, ya que normalmente se necesita una media de 4h (solo subida), contando en total +1.906 metros de pendiente positiva.
Domingo 5 de enero: Ascensión invernal a la pica del Canigó
Salimos a las 7 de la mañana, aún de noche, con la linterna frontal puesta y los bastones preparados. Cada una carga con una mochila pequeña, llena hasta el tope con lo indispensable: crampones, piolet, guantes, ropa impermeable, gafas y crema solar, anorak, comida, agua y botiquín. En mi caso se suma la cámara (una Nikon D60 con objetivo Tamron 18-200mm), que ocupa un tercio de la mochila.
El primer tramo del camino es bastante llano y pasa por el bosque hasta llegar al Coll Verd (1.861 m). Seguimos el mismo GR-10 que nos trajo a Mariailles. En seguida amanece y empezamos a encontrarnos con las primeras placas de hielo, así que nos ponemos los crampones para ir más seguras. El río que cruzamos (el Cadí) está helado y tiene unas formas preciosas, por encima de las cuales pasamos como si nada. Perdemos bastante tiempo poniendo y quitando crampones, ya que el camino serpentea y durante largos tramos desaparecen la nieve y el hielo.
Llegamos a un indicador al que normalmente se llega en 1 hora y media. En invierno, hemos tardado una hora más, ya son las 9:30h. Dejamos a un lado el GR y seguimos el camino que indica, hacia la derecha, “Aragó” y “Le Pic”, con marcas amarillas. Al cabo de un rato nos encontramos con una llanura y la Cabane d’Aragó, un pequeño refugio a 2.123 m. A partir de aquí vamos un poco perdidas ya que, debido a la nieve, ni las marcas ni los montículos de piedras se aprecian y tenemos que orientarnos como podemos. Al cabo de un rato, la pica del Canigó asoma por la izquierda e intuimos el camino, que empieza a subir en serio.
El sol ya calienta bastante y la pendiente es mucho más aguda. Justo antes de empezar a subir el último tramo hasta lo que creemos que es la Brecha de Durier nos encontramos con la única persona que veremos, un chico que desciende de la pica y nos avisa de que no presenta dificultades, siempre y cuando tengamos piolets. Así que los sacamos. La nieve cambia los paisajes y los caminos por completo; después nos daríamos cuenta de que no pasamos por la Brecha —la dejamos a nuestra derecha— sino que subimos bien recto hacia “la Xemeneia” (Chimenea).
A todo esto, tomar fotos implica detenerse, separarse del grupo o adelantarse mucho para obtener el plano deseado. En algún momento de la subida siento vértigo, y es un esfuerzo más sacar la cámara, pero, a través del objetivo, curiosamente el vértigo desaparece.
La subida es bastante lenta y cansada. Tardamos una hora aproximadamente a llegar a un pequeño cuello, donde sopla un fuerte viento y vemos las vistas del otro lado: la llanura del Rosselló y la costa mediterránea francesa. El camino sigue a la izquierda, en un tramo final por el que hay que trepar por la roca, así que nos sacamos los crampones. Esta parte es la más expuesta, pero por suerte no hay hielo.
A las 13h, después de 6 horas de subida, llegamos a la pica del Canigó (2.784 m). Reposamos en la cima durante unos veinte minutos solamente: tenemos que asegurarnos que no se nos haga de noche y, además, hace mucho viento. Debido a esto, las vistas son espectaculares.
A parte de otras cimas preciosas de los Pirineos orientales y algunas montañas de la costa, vemos perfectamente la emblemática sierra de Montserrat, el macizo del Montseny e incluso la sierra de Collserola y el Tibidabo, en Barcelona, a 125 km en línea recta.
Si la ascensión nos ocupó 6 horas, el descenso no fue tanto más rápido. De las 4 horas que tardamos, el tramo de la Chimenea y la bajada hasta la Cabane d’Aragó nos ocuparon unas dos. Llegamos al refugio a las 17:30h, diez horas y media después de haber partido, justo antes de que anochezca y justo a tiempo de recolectar troncos para la hoguera.
Lunes 3 de enero: Descenso y partida
Levantarnos en Mariailles después de la ascensión al Canigó del día anterior fue de los momentos más reconfortantes que he vivido en la montaña, y creo que Nina, Xavi y Nausica comparten esta impresión.
Dejamos el refugio por la mañana, después de haber recolectado troncos para los siguientes huéspedes. Descendemos hasta Coll de Jou, donde tenemos el coche. Antes de despedirnos de la zona, decidimos ir a bañarnos a unas de las termas naturales que hay por allí. No detallo dónde se encuentran, puesto que es uno de estos sitios que hay que mantener un poco en secreto si queremos preservarlos. Si algún día vais por allí, solo tenéis que preguntar.
Aficionada a la fotografía y a la montaña
Miembro del Grup de muntanya del Casal de Joves Queix (Barcelona)
Foto de portada: Macizo del Canigó desde el Alt Empordà, en febrero. | Helena Roura Altés