Exquisito relato de Rafa Vadillo de sus escaladas en hielo en Siberia, en el remoto pueblo de Aktash, a las puertas de las montañas de Altai, cerca de la frontera con Mongolia.
Rafa Vadillo: 30 años organizando eventos, viajes y actividades de montaña, trekkings y ascensiones. Director del Rally 12h Escalada Terradets. Instructor de Alpinismo y Escalada de la Escola Catalana d’Alta Muntanya (ECAM). Miembro y Delegado de Reuniones Invernales del Grupo de Alta Montaña Español (GAME). Vicepresidente y Director Técnico de la Federació d’Entitats Excursionistes de Catalunya. Creador de la Setmana de Muntanya de Badalona. Escritor de artículos y dosieres de Montaña. Agente Comercial de productos de montaña La Sportiva, Arc’teryx, Vasque, Lucky, Millet, etc. Auxiliar de Clínica. Docente de Formación Ocupacional especializado en colectivos desestructurados.
Por Rafa Vadillo
-Rafa mira estas fotos ¿Te animas? – decía el mensaje privado de Facebook del alpinista ruso Ivan Temerev.
-¿Dónde es eso? – le pregunté.
-Siberia – fue su respuesta.
No hizo falta más. Siberia y cascadas de hielo fueron palabras suficientes para tener claro que tenía aventura a la vista. Justo los ingredientes que más me motivan.
Lo siguiente que me atrajo fue el hecho de plantearme un viaje a Siberia con un alpinista ruso al que prácticamente no conocía. Un reto de relaciones que iba más allá de las propias escaladas.
¿Y cómo nos conocimos?
Hace 9 años que un grupo de amigos organizamos el Rally 12h Escalada Terradets-International Climbing Marathon y por la relación profesional con una marca de escalada en Moscú, algunos años hemos invitado a escaladores de la Federación Rusa de Alpinismo. Para el Rally de 2014 la Federación Rusa envió a una cordada de chicos. Uno de ellos se llamaba Ivan Temerev.
Cuando estás inmerso en la organización de un evento con casi 70 participantes, miembros de la organización, patrocinadores, autoridades y medios de comunicación, no es que quede mucho tiempo para las relaciones sociales. Sobre todo si algunos de ellos (como los rusos) tienen un inglés bastante limitado. Por eso digo que me embarqué en esta aventurilla con un ruso al que prácticamente no conocía.
-Por mi trabajo, no puedo invertir más de 8 días. – le dije a Ivan. ¿Será suficiente?
-Si estás motivado, es suficiente. – fue su respuesta.
Durante una escalada, comenté el proyecto a mis buenos amigos Anton Fontdevila y Xavi Pérez Gil, quienes se apuntaron sin dudarlo. Al estar jubilados no tenían problemas de tiempo.
Marchamos un martes 13 de enero, por la tarde. Tras largas escalas en los aeropuertos de Zürich y Moscú (los vuelos con menos escalas son más caros), llegamos el miércoles 14 por la tarde a la ciudad de Novosibirsk, la tercera ciudad más grande Rusia y capital oficiosa de Siberia (Novosibirsk significa “Nueva Siberia”).
Después de dormir en casa de Alex Avdienko (otro potente alpinista ruso), emprendemos el largo viaje de más de 1.000 kilómetros para llegar hasta el pueblo de Aktash, a las puertas de las montañas de Altai, a unos 165 kms de la frontera con Mongolia. Fueron más de 13 horas de largo y cansador viaje.
Aktash es un pequeño pueblo que no cuenta con infraestructuras para acoger visitantes. Nuestra suerte fue descubrir que uno de los dos grandes petates de Ivan contenía una buena cantidad de comida. Eso nos salvó, ya que en el pueblo las posibilidades para comprarla eran muy limitadas. No hace falta decir que lugares donde te pudieran preparar la comida no existían, por lo que nuestros rublos y nuestras tarjetas de crédito las tuvimos como un bonito adorno.
Nuestra llegada coincide con el inicio de una “ola de calor” en Siberia, por lo que la previsión de temperaturas fue benevolente con nosotros, ya que no llegó a bajar de los -20° por la noche y entre -10 a -12° durante el día.
La primera sorpresa fue descubrir que en esta parte de Siberia casi no hay nieve, solo frío. Todo está congelado, pero al no haber prácticamente nieve, el ambiente nos resulta un tanto extraño. Se lo comentamos a Ivan y nos responde que Siberia es muy grande y nosotros estamos en la parte situada más al Sur, casi en línea con el desierto de Gobi de la vecina Mongolia.
Al día siguiente ya estamos enfrascados en la escalada de la primera cascada: Hrapovski, dedicada a un alpinista clásico ruso accidentado en montaña. La primera impresión es que el hielo es muy, muy duro y estalla en grandes trozos al clavar el piolet, lo que hace la escalada más cansada. Es necesario dar varios golpes de piolet en cada anclaje. Eso sí, los tornillos de seguro quedan a prueba de bombas. Por otro lado, la cantidad de hielo y el grosor en las cascadas es impresionante. También nos sorprende el color blanquecino del hielo, a diferencia del color azulado de lugares también muy fríos como Laponia o Canadá.
En nuestro segundo día de escalada en Siberia, subimos por una cascada algo más discontinua, pero con una bonita cortina de hielo vertical en su final. Me sorprende cómo puedo manipular las cuerdas a temperaturas bajo cero, ¡sin guantes! Quizás sea por ser tan seco el frío en Siberia. El caso es que se aguanta mejor de lo que me esperaba. Y por si fuera poco, las cascadas están orientadas al sol. ¡Todo un lujo!
Días después nos vamos hasta el Valle de Chulysman. Fuera de las rutas principales, en Rusia buena parte de las carreteras son pistas sin asfaltar y en muchas ocasiones en muy malas condiciones, según nos dice Ivan. En este caso, la pista en algunos tramos en infernal, solo apta para todo terreno, especialmente los últimos kilómetros de bajada hasta el Valle. Recorrer poco más de 100 kms nos costó más de 5 horas.
El Valle de Chulysman es un lugar especial. Una gran hondonada solitaria y poco accesible. Una especie de “Shangri La” siberiano. Solo una familia y cuatro casitas de madera es todo lo que hay en el lugar. No hay agua corriente, por lo que hay que ir al río a buscarla. Las casitas tienen una cocina de leña que hace también de estufa para calentar la habitación. No hay lavabos. Solo unas casetas de madera en el exterior, con un agujero profundo en el suelo.
En este lugar tampoco hay nieve. El clima es tremendamente seco y frío. Cualquier presencia de agua está congelada. Ríos, lagos, cascadas… todo está congelado. Nos resulta extraño escalar grandes saltos de agua congelada, mientras alrededor todo está seco, como en otoño en nuestros Pirineos.
En este valle escalamos una de las cascadas más bonitas ¡¡al sol a -10º!!. Ivan nos dice que cree que estamos haciendo la tercera escalada absoluta de esta cascada (la segunda la hizo él mismo), ya que a diferencia de las cascadas de Aktash, en Chulysman no han escalado más de 5 o 6 cordadas, incluyéndonos a nosotros.
Al día siguiente emprendemos el regreso hacia Aktash, pero de pasada escalamos una cascada en la parte superior del Valle, a la que accedemos en rápel por arriba. Una estética cortina de hielo, muy ancha.
El último día emprendemos el largo viaje de regreso desde Aktash hasta Novosibirsk (más de 1.000 kms). A medio camino comienza un una fuerte ventisca que no cesa hasta Novosibirsk, exigiendo una gran tensión conduciendo a Ivan. Fueron 14 horas de viaje, la mitad de ellas envueltos en ventisca.
A partir de aquí, el tiempo y las temperaturas vuelven a la normalidad siberiana. Solo dos días después de nuestro regreso, la temperatura bajó hasta los -35º. Hemos tenido la suerte de nuestro lado durante este viaje.
Finalmente fueron 9 días contando los vuelos, en los que no solo descubrimos una zona donde solo habían escalado alpinistas rusos, sino que también descubrimos a una gran persona como es Ivan, con quien desde entonces mantenemos una gran amistad.
Según nos dijeron los especialistas de la zona, fuimos los primeros alpinistas “no rusos” en escalar cascadas de hielo en Siberia. Incluso la principal cadena de televisión rusa (Russia 1), dedicó unos minutos de su telenoticias a nuestra aventura siberiana.
Medio año después le devolvimos la invitación a Ivan y a su mujer Elena. Durante una semana escalamos por nuestras paredes y de nuevo Ivan volvió a participar en el Rally 12h Escalada Terradets, en esta ocasión haciendo cordada con su mujer.